Daniel Calparsoro, desde su debut con Salto al vacío (1995), viene demostrando ser uno de los cineastas españoles que mejor filma la intriga y la acción. Esa primera época su nombre estuvo unido al de Najwa Nimri, la actriz que protagonizó las primeras producciones hasta Asfalto (2000), posiblemente quien mejor haya entendido sus personajes femeninos. Ahora, se introduce en el mundo del terrorismo yihadista para crear un thriller que nos mantiene atrapados de principio a fin del guion, escrito por Gemma Ventura, quien ya colaboró con este director en la adaptación del texto literario de Centauro (2022).
También se encarga de la banda sonora, con un trabajo impresionante, otro habitual en su equipo: Carlos Jean, que firma junto a Bebe la canción de los créditos finales. Pero si hay algo que permanece en la memoria, después del visionado de esta cinta, sin duda, es la imagen de su protagonista (magnífico Luís Tosar) caminando por una Gran Vía madrileña desértica, tan desesperado como extenuado, envuelto en un chaleco explosivo que puede ser detonado en cualquier momento si deja de caminar. El trabajo que realiza Tosar para este filme es, sencillamente, magistral; ensombrece al resto del reparto, brillando con luz propia.
La estética depurada de este cineasta llega hasta el punto de filmar planos sin importancia que otros grabarían mecánicamente, como si se tratara de un spot publicitario, creando interesantes atmósferas gracias a una elegante fotografía en tonos fríos, con pleno dominio de la composición y los encuadres, a través de una cámara que se desplaza con estilizados movimientos.
Y lo más importante, la película invita a la reflexión mientras entretiene su intrigante trama, narrada en varias acciones paralelas, con diferentes puntos de vista en el relato, que confluyen a la vez que llega la resolución.
