Diario Córdoba

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Al margen

Háblame

Procedentes del mundo YouTube, los gemelos australianos Danny y Michael Philippou han estrenado su ópera prima

Fotograma de la película 'Háblame'. CÓRDOBA

Ópera prima de los hermanos Philippou. Procedentes del mundo YouTube, Danny y Michael (gemelos y australianos), han conseguido que se hable de esta película como el mejor terror del año. Porque los géneros están ahí para transgredirlos, también. Consiguen algo muy importante: ir más allá de la simple y rutinaria producción que solo busca crear unos cuantos sustos al espectador, para profundizar en ciertos aspectos del horror. En ningún momento del filme se podría pensar que estamos ante unos novatos realizadores, pues el dominio de la puesta en escena, de la composición y coreografía del plano, la dirección actoral y el efectivo montaje, solo demuestran lo contrario: inteligencia cinematográfica.

La cinta arranca cuando el personaje protagonista, magistralmente interpretado por Sophie Wilde -tan expresiva y emocional...-, después de haber perdido a su madre, se presta a un juego de adolescentes, donde, con una mano embalsamada como médium, consigue ver fantasmas gracias a verbalizar la palabra que da título al filme. El asunto se pondrá cada vez más peligroso a medida que se aficionen a eso de traspasar la barrera del inframundo, sobre todo cuando consiga contactar con el fantasma de su madre, llegando a poner en peligro la vida de un niño (el hermano de su mejor amiga), con serias y dramáticas consecuencias.

Son 95 minutos intensos de tensión dramática, algo de suspense, y donde no solo hay horror, también algo que se agradece: reflexión sobre temas bastante serios, como la salud mental. Una vuelta de tuerca al género no se la da cualquiera, porque el juego de la ouija a través de una mano solidificada, según estos célebres youtubers, no es tan inofensiva y consiguen crear atmósferas tan inquietantes como escalofriantes, mientras nos preguntamos ciertas cuestiones de importancia.

En resumen, muy recomendable no sólo para los amantes del género, por su solidez narrativa y esa atmósfera que inunda la pantalla. Y, sobre todo, por no estar instalada en el tópico que suele ser la constante en la gran mayoría de producciones de terror que se facturan en el cine contemporáneo como simplemente productos audiovisuales.

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