Me refiero al éxodo que los cordobeses organizamos en verano buscando lugares más frescos; y eso que este mes de junio ha sido bastante benigno, aunque nos anuncian que sanseacabó: a partir de ahora, calor. El irse de aquí va por tandas; unos lo hacen recién terminada la feria, pero las familias que tienen niños en edad escolar deben esperar a que acabe el curso, o sea, que estamos en la segunda tanda; otras personas, como es mi caso, tenemos todavía algunos compromisos que cumplir, así que mi marcha será en los primeros días de julio. En fin, que los que puedan escaparán hacia la casa del pueblo, que tiene los muros anchos y para dormir la siesta hay que echarse encima una sábana, dicen, o al apartamento de la playa, porque ya se sabe que recibir el sol directo tendidos en una toalla sobre arena ardiente, no es calor; eso sí, teniendo al lado el alivio del mar para refrescarse por fuera, y el del chiringuito para refrescarse por dentro.

HACIA FUENGIROLA

Todos los que leen esta página con asiduidad saben, porque lo cuento todos los años, que mi destino es Fuengirola. Allí mi madre y yo instalamos el campamento base y el resto de la familia va y viene cuando puede y el trabajo se lo permite. Pero nosotros, no sé lo que harán los demás, nos vamos con la casa a cuestas; una cosa así como la salida de los israelitas de Egipto en la película Los diez mandamientos, pero con coche. De manera que cuando la semana pasada tuve que ir a Fuengirola por otros motivos, aproveché para llevar alguna que otra cosa.

También hice una parada en Montemayor, donde compré quince litros de aceite Uliaoliva -cinco para regalar- de la Cooperativa de Nuestra Señora de la Asunción.

PARADA EN MONTILLA

La siguiente parada fue en Montilla, donde compré otros quince litros -cinco para regalar- de vino fino Lagar Blanco, que el enólogo Miguel Cruz cría y mima más que a la niña de sus ojos. Ustedes no lo podrán creer, o sí, porque lo hayan investigado, pero en Fuengirola es difícil encontrar, con lo cerca que están, vinos de Montilla-Moriles. Y la tercera parada fue en Málaga, en el mercado de Huelin. Allí cayeron las gambas blancas de buen tamaño, las quisquillas de Motril, las cigalas y unos chocos pequeños, infrecuente manjar, que uno de nosotros, ya en Fuengirola, cocinó con papas, porque ya pueden suponer que tal festín no fue para mí sola. Lo comimos entre cuatro.