La Asociación para el Progreso y la Modernización de Córdoba Futura organizó ayer una charla coloquio sobre la pobreza que por primera vez en mucho tiempo dio la voz a los que sufren en primera persona la lacra de la pobreza y a los que conviven con ella desde pilares del Estado del bienestar como los servicios sociales o la educación. Ante un aforo del Colegio de Abogados repleto de público, con una fila cero llena de representantes de administraciones y entidades sociales locales, los pobres (algunos de ellos) tuvieron la ocasión de decir alto y claro que quieren dejar de serlo, que no se sienten responsables de su situación porque en la mayoría de los casos les vino dada por sus circunstancias familiares, sociales y económicas, y que para ello no quieren ayudas sociales, que en su situación son solo «migajas» que vienen a poner parches a la realidad que viven, sino trabajos dignos con los que salir de la miseria.

La socióloga del IESA Isabel García aportó en la introducción de la charla algunas claves a tener en cuenta para el análisis. Para empezar, Córdoba está entre las ciudades con un salario medio anual más bajo de Andalucía, en el que además las mujeres salen perdiendo con una brecha salarial del 28%. Trabajar ya no es garantía contra la pobreza. De hecho, el 15% de los hogares con trabajo viven por debajo del umbral de la pobreza. Desde el 2011, la renta de los cordobeses ha ido cayendo progresivamente y se ha producido, según García, un fenómeno curioso. La desigualdad se ha disparado no solo en los hogares sino en los barrios, de forma que los barrios pobres son ahora más pobres y los ricos también son más ricos. Misterios de la injusticia poética. El resultado es que el 20% de la población con más ingresos gana 6,6 veces más que la de la población que tiene menos renta.

En medio de este panorama, las personas que lo están pasando mal porque no disponen de los recursos básicos para subsistir se ven abocada a pedir ayudas a las administraciones, que según uno de los técnicos municipales de Servicios Sociales Comunitarios del Ayuntamiento de Córdoba, Germán Moreno, no están cumpliendo su función debido a la sobredosis burocrática que les impide realizar la labor social necesaria a cambio de que los pobres documenten su pobreza para recibir cada «migaja» de ayuda que solicitan. Como colofón a esa carrera de obstáculos a la que se somete a las personas en exclusión, en ocasiones «se penaliza a quien quiere trabajar, pese a que ese es el fin que se persigue», ya que hay trabajos pensados por y para estos colectivos que a posteriori les impiden acceder a ayudas como la renta mínima de inserción, precisamente, por haber tenido el dudoso privilegio de cumplir los requisitos para obtener un empleo en planes especiales para personas sin recursos.

Los pobres, representados en este coloquio por una mujer inmigrante, un padre de familia del barrio Guadalquivir y un vecino de Palmeras, se quejaron también de que ser pobres y vivir en barrios marginales les genera un estigma que, salvo contadas excepciones, les condena a no poder dejar de ser pobres porque les excluye automáticamente del mercado laboral. «Un círculo vicioso del que es difícil escapar», aseguró uno de ellos.