La jornada de ayer fue la de las buenas intenciones, tanto por parte de los miembros del nuevo equipo de gobierno como de los que se quedan en la oposición, y todas las intervenciones tuvieron la ciudad por bandera. El Pleno de investidura careció de sorpresas, a excepción de algún que otro error y la fórmula elegida por algunos concejales para jurar o prometer. Pasión, ilusión y ganas de iniciar una nueva etapa se vislumbraba en unos. Compromiso para intentar que no muera el proyecto emprendido en el anterior mandato se percibía en otros. Todos tenían el denominador común de perseguir el sueño de lograr una ciudad mejor en la que «todos», palabra muy pronunciada, tengan su espacio.

En esta ocasión, en la puerta del Ayuntamiento solo se vio una pancarta en manos de un «activista» -así se autoproclamaba- del «Movimiento Ciudadano hacia la República Constitucional (MCRC)», que decía que «en democracia no hay pactos». Poco antes de iniciarse la sesión, también en la calle, hubo un minuto de silencio por la última víctima de violencia machista, la mujer que fue encontrada muerta el viernes en un piso de Santa Rosa.

En un acto que suele caracterizarse por la solemnidad y la sobriedad, la parte en la que los 29 concejales juraron o prometieron sus cargos fue la más entretenida. Todos los ediles del PP, Ciudadanos y Vox juraron, mientras que los del PSOE, IU y Podemos, prometieron. Los populares juraron con la mano sobre la Constitución, excepto Blanca Torrent y Eva Contador, que lo hicieron sobre la Biblia. Los concejales del resto de grupos optaron por la Constitución, a excepción de Paula Badanelli, de Vox, que también se decantó por la Biblia. El orden a seguir era el de la lista más votada. Sin embargo, cuando le tocaba el turno a Ciudadanos, el secretario, Valeriano Lavela, se confundió y llamó a Pedro García (IU), alterando el orden preestablecido. A partir de ahí empezaron las fórmulas novedosas. «Sin olvidar mi condición de republicana, por respeto a las víctimas del golpe de estado contra la República, por respeto a las víctimas de la cruel dictadura franquista y a las de la Transición que tanto lucharon por traernos a este Pleno y a un estado plenamente democrático, sí prometo». El inicio de esas palabras le valieron a Alba Doblas (IU) algunos abucheos. Tras ella, Amparo Pernichi (IU) prometía «para defender los derechos de la mujer y para que no olvidemos a las más de mil víctimas de la violencia machista». Cristina Pedrajas (Podemos) lo hacía «por todos los derechos de los cordobeses». En cambio, los dos concejales de Vox, Rafael Saco y Badanelli, juraron «por España».

En veinte minutos quedaba constituida la nueva Corporación y, poco después, José María Bellido, que llevaba un traje oscuro con una corbata azul marino con estrellitas, resultaba elegido alcalde con el apoyo de sus concejales y de los cinco de Cs y la abstención de Vox. Entre las butacas del salón de plenos, su mujer, Verónica Martos, que lucía un espectacular mono plisado en color camel muy claro, similar al tono de los vestidos de sus dos hijas, y su madre contemplaban llenas de orgullo y emoción a Bellido, con el bastón de mando de la ciudad que le acababa de entregar la hasta ese momento alcaldesa, Isabel Ambrosio, que en esta ocasión había elegido un elegante vestido gris plata, plisado también. La primera felicitación y el primer beso que recibió Bellido fue el de Isabel Albás (Cs), que optó por una falda pantalón roja, con un top blanco y una chaqueta dorada.

A partir de ahí empezaron los discursos y en ellos no faltaron las citas, entre ellas, a Aristóteles, Séneca y al periodista Manuel Chaves Nogales. Cristina Pedrajas (Podemos), a la que se le notaba la soltura que proporciona la enseñanza, animó a dejar «de lado los egos» (igual que Badanelli, que prometió no defraudar a nadie). Pedrajas fue la que aportó un poco de emoción cuando recordó a sus padres y a su marido, que «ya no están», pero que con su «ejemplo de vida» marcaron sus «señas de identidad». Pedro García, sin corbata, con chaqueta azul clara y vaqueros, en un discurso en el que iba un poco acelerado, admitió su «sabor agridulce» y animó a «tender puentes» (Bellido también usó esa expresión). A Albás se le notaba su paso por el Parlamento, mientras que el ya alcalde y Ambrosio transmitieron serenidad y experiencia en sus palabras, repletas de planes, en el caso del primero, y de balance y propósitos, pero ya desde la oposición, en el de la segunda.

El alcalde estuvo arropado por el presidente de la Junta, Juanma Moreno, que, tras el acta de arqueo, bromeó con la «excelente» situación económica del Ayuntamiento diciendo que la Junta es la que tendría que recibir ayudas de esta administración y no al revés. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y el consejero de Salud, Jesús Aguirre, no se perdieron la investidura, en la que se vieron ediles de la Corporación del 2011-2015 como Juan Miguel Alburquerque (UCOR) y de la recién acabada, como los veteranos Luis Martín (PP) y Emilio Aumente (PSOE). Entre los exalcaldes no estaban Herminio Trigo (estaba de viaje) ni Rosa Aguilar (acudió a la toma de posesión de Lucena), y se echó en falta al fallecido Andrés Ocaña. Tras levantarse la sesión, se multiplicaron las felicitaciones, los besos, los abrazos y las fotos. Los populares pusieron broche a la investidura en Bodegas Campos. Sus socios de gobierno optaron por celebrarla en familia.