Los inmigrantes africanos que saltan las vallas de Melilla o de Ceuta también han de saltar después el mar hasta Europa, o al menos hasta un barco que les cambie de continente. Y en ese salto no hay concertinas, pero sí peligros aún mayores. Menores extranjeros varones no acompañados (los menas) intentan abordar los cargueros y ferris que viajan a la península y a las ciudades españolas del norte de África o sus proximidades, con frecuencia poniendo en grave riesgo sus vidas. En los últimos dos años se han hecho frecuentes estos saltos, según fuentes del sector náutico andaluz.

Las escenas de las fotografías que acompañan esta información están protagonizadas por inmigrantes magrebís que no han cumplido aún los 18 años. Ellos son mayoría en los abordajes a los ferris de Balearia y Trasmediterránea (esta última ahora integrada en Naviera Armas) que cruzan el Estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán.

SALTO MORTAL / El método más espectacular es también el más peligroso. Consiste en esperar a que el buque haga las maniobras de desatraque para zarpar, coger carrerilla, correr con todas las fuerzas y saltar desde el muelle hasta un costado intentando quedar agarrado a algún gancho, saliente u oquedad.

Con frecuencia el asaltante cae al agua noqueado, o simplemente no sabe nadar, o queda a merced del movimiento del barco sin que a bordo se perciba su presencia. Si logra engancharse, el inmigrante intentará esconderse en unos huecos sobre las hélices, o en estrías que lleva el portalón trasero del ferry, según explican dichas fuentes. En el caso de la línea Melilla-Almería son ocho horas, muchas veces de mar movido. «Es muy difícil sostenerse así todo el viaje. Yo creo que la mayoría cae al agua», sospecha un capitán de transporte de pasajeros. Las imágenes del salto que recoge este reportaje están tomadas desde la borda de un buque de Balearia el 28 de noviembre del 2017 en el puerto marroquí de Beni Enzar, que comparte ensenada con el de Melilla. El saltador se dañó la mandíbula con el golpe. Algunos chicos saltan con la falsa creencia de que, si ponen pie en un barco español, ya habrán entrado en territorio de España. Pero los que son sorprendidos en el barco, al llegar a la península son retenidos por la tripulación a la espera de que lleguen las Fuerzas de Seguridad del Estado. «Y sistemáticamente nos los devuelven para que los dejemos en el punto de origen», lamenta la misma fuente.

Últimamente, los menores se lo saben, e intentan no llegar a tierra estando a bordo. Al amanecer y tras una noche agotadora, cuando están ya cerca de Almería, ciudad de destino de las líneas de Melilla y Nador, saltan al agua para intentar alcanzar a nado la playa de El Zapillo, que se extiende a la vista cuando el ferry gira para dirigirse a la bocana del puerto. Hay otro método, ya en territorio español, que intentan con cierta frecuencia: subir por las estachas (sogas de amarre a tierra) e intentar colarse por la borda en alguna hora en la que crean que afloja la vigilancia. Nuevamente el peligro es mortal, porque la borda de los ferris tiene varios pisos de altura. A menudo caen entre el barco y el muelle, o se golpean con los norais de hierro o con el borde de cemento del muelle.

Las fotografias que ilustran este método se hicieron en el puerto de Melilla, a la sombra del buque Sorolla, de Trasmediterránea. «Antes, cuando atracábamos, se ponían coches con guardias civiles a proa y a popa en el puerto para evitar esto -relata un tripulante veterano de las líneas entre África y la península-, pero ya no. Se ve que les faltan efectivos». Los capitanes de los ferries se ven obligados a destinar personal a vigilar las estachas para que los menas no se suban. Pero, con la tripulación tan ajustada en las navieras, esa vigilancia no siempre puede ser contínua.

El tercer método, el menos usual, es intentar colarse en el aparcamiento del ferry en avalancha, saltando previamente la alambrada que cierra el puerto e intentando burlar a la Guardia Civil por el sistema de correr en todas direcciones. De nuevo son adolescentes los que ponen en práctica este intento de llegar a Europa. Saben que solo unos pocos, quizá uno o ninguno, conseguirán entrar y esconderse en el buque, en este caso el Fortuny, de Trasmediterránea. La acción policial se ha intensificado en la zona recientemente y ahora se ven menos.

Al atardecer, enfrente del CETI y cerca del paso fronterizo de Mari Guari, los adolescentes se juntan en pequeños grupos para encender una hoguera, charlar, algunos incluso beben o se drogan, mientras preparan nuevos intentos de pasar a la península, si no es en abordaje, en los bajos de algún camión. La vigilancia policial se incrementó después de una oleada de atracos que se produjo en la zona del puerto.