Grecia parece sumida irremediablemente en la desgracia. Por si no tuviera suficiente con ser uno de los principales escenarios donde cobra forma la tremenda crisis humanitaria de los refugiados, también el fuego se está cebando con el país desde el lunes. Al menos 79 personas han muerto y en torno a 187 han resultado heridas como consecuencia de los numerosos incendios que están asolando los alrededores de Atenas y, en menor medida, otros parajes del país, sobre todo en la zona de Corinto, en el Peloponeso, así como en la isla de Creta. Hay decenas de desaparecidos y las autoridades temen que el número de afectados sea sensiblemente mayor. Muchas de las víctimas mortales son familias que han sido halladas en un último abrazo antes de morir carbonizadas por las llamas. Otros no han corrido una suerte mejor, dejándose la vida precipitándose desde los acantilados en los que han acabado en su huida desesperada del fuego.

Las rachas de viento superiores a los 100 km/h y el hecho de que los incendios arden o han ardido en hasta 47 focos simultáneos dificultan notablemente las tareas de control y extinción, según ha informado el Gobierno de Alexis Tsipras, que ha decretado 3 días de luto oficial. Pese a que el Ejecutivo no se ha pronunciado oficialmente, gana enteros la sospecha de que muchos de esos fuegos han sido intencionados o al menos ocasionados por conductas negligentes. El desastre ya supera las trágicas cifras que el país helénico registró hace ahora 11 años. En el 2007, 64 personas fallecieron en un dramático verano de incendios. Y eso que no pocos fuegos aún no han sido controlados.

No está nada claro cuántas personas permanecen desaparecidas, pero los guardacostas están intensificando las tareas, al mismo ritmo que bomberos y sanitarios, mientras los hospitales militares permanecen en alerta máxima. Según fuentes de los servicios de emergencias, una de las víctimas mortales es un bebé de seis meses que murió por inhalación de humo. «Estamos haciendo todo lo humanamente posible para lidiar con los fuegos. El mayor problema que tenemos es que los incendios son simultáneos», ha dicho Tsipras. El dirigente ha puesto punto final precipitadamente al viaje oficial a Bosnia y Herzegovina, donde se encontraba, ha declarado el estado de emergencia en la región de Atenas y ha pedido ayuda a los países vecinos.

Personal del servicio de extinción de incendios intenta sofocar gigantescas llamas en Kineta. AFP PHOTO

La mayoría de los incendios se han declarado en varias localidades al noreste y noroeste de Atenas, donde muchos de sus habitantes han huido en dirección al mar. La mayoría de ellos han sido rescatados: los guardacostas y otros barcos han evacuado a casi 700 personas que lograron llegar al litoral y sacaron del mar a otros 19 supervivientes, posteriormente trasladados a localidades seguras, lejos de las llamas. También han sacado al menos media docena de cadáveres del agua. Entre ellos había un niño. «Los cambios constantes del viento hacen imposible escapar. Las cenizas cubren la tierra, coches y árboles. Cerramos nuestras casas para evitar que el humo y el fuego entren antes de marcharnos», ha explicado un residente. La situación de emergencia ha obligado a suspender el tráfico aéreo durante algunos periodos en Atenas y sus alrededores.

Mientras cunde la preocupación también las especulaciones van en aumento entre los griegos. En una zona montañosa al oeste de Atenas, las llamas han arrasado un bosque protegido donde justamente el año pasado diversas empresas trataron de construir minas de bauxita, que prolifera por esa área, encontrándose con la firme negativa de las autoridades. Causalidad o no, los griegos empiezan a pensar mal.