El huracán Dorian se ha cebado con extrema virulencia sobre las Bahamas, donde ha dejado al menos cinco muertos y una enorme destrucción. «Estamos en medio de una tragedia histórica», declaró el primer ministro bahameño, Hubert Minnis, antes de que la tormenta abandonara los cielos del archipiélago. Aunque el huracán ha ido perdiendo intensidad, ha quedado prácticamente suspendido sobre el norte de las Bahamas durante las últimas 48 horas, dejando escenas de barrios inundados, viviendas arrancadas por los vientos y búsquedas desesperadas para encontrar a los supervivientes. Muchos modelos apuntan a que solo rozará el litoral de Estados Unidos, pero el peligro no ha pasado. Cinco estados han declarado el estado de emergencia y más de un millón de personas han recibido órdenes de evacuación.

La lenta progresión del Dorian ha exacerbado su poder de destrucción. Si bien ha pasado a ser un huracán de categoría 2 desde que el sábado tocara tierra en las Islas Ábaco con categoría 5, siendo el peor huracán registrado en la historia de las Bahamas, arrastra todavía unos vientos sostenidos de 177 kilómetros por hora y está dejando hasta 90 centímetros de lluvia por metro cuadrado en algunos puntos del archipiélago. Semejante cuadro ha inhabilitado algunos hospitales bahameños y ha transformado las pistas del aeropuerto de Freeport (Gran Bahama) en un río proceloso de dos metros de altura.

«La devastación es extensa y no tiene precedentes», ha dicho su primer ministro. La previsión es que vaya creciendo la cifra de muertos a medida que pase la tormenta y puedan operar con algo más de normalidad los servicios de rescate. Un primer recuento de la Cruz Roja apunta a que unas 13.000 viviendas habrían quedado dañadas o completamente destruidas. La situación es desesperada. Cientos de llamadas han colapsado los teléfonos de emergencias. Hay vecinos refugiados en los tejados.