Embadurnaba palomas muertas con veneno y después las situaba estratégicamente como señuelo para que las aves rapaces no pudieran acercarse al columbario de Santa Perpètua de Mogoda del que era socio. Los Agentes Rurales pillaron a S. M. L. en el 2018 con las manos en la masa. En un habitáculo del club donde guardaba sus enseres, los inspectores hallaron dos botes con los plaguicidas prohibidos que utilizaba. Su acción provocó el deceso de especies protegidas, como águilas ratoneras. El fiscal de Medio Ambiente de Barcelona, Antoni Pelegrín, reclama para él dos años y cinco meses de prisión (en caso de condena ingresaría en la cárcel) e inhabilitación para oficios relacionados con la fauna, para cazar y para actividades vinculadas a la posesión de palomas deportivas.

El fiscal sostiene en su escrito de acusación remitido al juzgado de Cerdanyola del Vallès que ha instruido el caso que con el «propósito de producir la muerte del máximo número posible de aves rapaces» y siendo consciente que podría provocar el óbito de otros animales salvajes o domésticos, S.M.L. decidió, al menos desde principios del 2018, ir dejando palomas con veneno por los alrededores de un columbario de Santa Perpetua.

En estas instalaciones, el acusado tenía una zona donde guardaba entre cincuenta y cien palomas para la competición, dedicando «mucho tiempo y dinero». Su intención, según reseña el ministerio público, es que las palomas que había en el club no «sufrieran ninguna molestia ni depredación» por parte de las rapaces que pudieran haber en la zona.