El cambio de nombre en su DNI es, para muchos transexuales, el último paso para oficializar su identidad de género tras un largo proceso de papeleos y tratamientos médicos, si bien muchas veces no acaba ahí su odisea y lo que les reconocen las administraciones públicas no se lo reconocen tiendas o bancos. Así «vergüenza» es la sensación que transmite un chico transexual, perteneciente a la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA) que prefiere permanecer en el anonimato, cuando ya operado y con su nuevo nombre en el DNI vio cómo en la sucursal de su banco en el pueblo, donde le conocen «de sobra», el cajero se tragó su libreta de ahorros, en la que aún aparecía el nombre que le pusieron al nacer.

Cuando el director de la sucursal la rescató, al ver que el nombre era distinto al que aparecía en su DNI le dijo «delante de todo el mundo» que no se la podía devolver porque el nombre que figuraba no era el suyo. Y «he ido a sacar mil veces dinero a la ventanilla con esa cartilla». El joven asegura que situaciones como ésta llegan todos los días a la asociación ATA y que algunas incluso han llegado a los juzgados, como la denuncia por un delito de odio que presentó la Fiscalía especializada en la materia contra una gran superficie comercial que se negó a cambiar el nombre de una joven transexual en la tarjeta de pago del establecimiento pese a tenerlo cambiado en el DNI. «Tras recibir varias evasivas, le requirieron aportación no sólo del DNI sino del Libro de Familia para acreditar su identidad», explican en ATA.