Ya nos hemos referido en no pocas ocasiones que la campañas electorales aburren hasta a las ostras, por regla general, pues ya no es que haya en ellas otra verdad que no sean las promesas electorales, dicho de la forma más eufemística, sino que ni siquiera son originales en nada, ni siquiera en algún diseño de un cartel. Aunque, en honor a la verdad, hay honrosas excepciones en lo original se entiende, porque en lo demás ya veremos. Nos referimos al «vuelve» de Pablo Iglesia que aparece como toda una declaración ya no de intenciones, sino de reconquista, en un cartel de tonos morados. Pablo de espaldas, coleta azorrada a los hombros, al modo de los armiños de los reyes, todo él en primer plano. El fondo, como no podía ser de otra forma, una plaza atestada de gente, que se suponen que espera ansiosa que Iglesias la arengue contra el capitalismo burgués. Todo ello envuelto en un filtro fotográfico que le da a la composición un carisma de griterío y consignas de la mismísima revolución industrial. Aunque de la composición del cartel nos hemos dejado para el final un detalle. El puño en alto de Pablo Iglesias. Lo del puño cerrado se lo inventaron los asirios como símbolo de resistencia, pero es obvio que Iglesias no tiene nada que ver con los asirios; aunque con quién si pretende comulgar en con los que antes que él lo levantaron, esto es, los comunistas. Pero no todo el que lo pretende puede comulgar con el respeto que para muchos representa y ha representado el puño erguido. Muchos ilustres que lo levantaron en España, lo hicieron como lucha contra la desigualdad, la explotación, la segregación y la injusticia. Pablo vuelve de un permiso de paternidad que, por cierto, no existe en el Congreso de los Diputados, y de un chalé que aunque se ponga en un cartel con tonos morados y atmósfera proletaria, es de todas luces ya no burgués, sino pijo total. Más bien parece que Pablo vuelve, de hacer las Indias.

* Mediador y coach