Con las tres mil calorías de palomitas y el par de trallazos de comida china que me he metido entre su estreno y la segunda asistencia para afianzar conceptos, el final de Vengadores me ha dejado un legado de emoción y grasa, que ya es parte de mí. Medio kilo en el mejor de los casos. El verdadero crecimiento personal.

Hay quien mira por encima del hombro a la ciencia ficción o a los cómics, no digamos a la literatura fantástica. «Hombre, es que cultura es Homero, o Shakespeare». Pues un poco Shakespeare, y Homero con carnet de fundador, son fantasía y ciencia ficción, compañero. Vamos a respetarnos.

Vengadores es una saga épica con capacidad de transformarse en religión. El espectador se viste con camisetas de un culto (héroe) u otro, como hace dos mil quinientos años habría llevado encima un tetradracma con la lechuza de Atenea. No descubro nada si apunto que la saga es esencialmente mitología clásica. Armazón y tópicos son idénticos, y los personajes préstamos mitológicos directos. Los dioses nórdicos y Asgard son ellos mismos. Tony Stark es una suma de Hefesto y Ulises, sobre todo del último, que a fuerza de inteligencia recobra una identidad superior, sorteando tentaciones. Romanoff y Barton son un trasunto de Diana y Apolo, y Steve Rogers es, más o menos, Héctor.

Esto es importante: hablamos de la editorial Marvel, no de los cómics en general. El más famoso, Superman, no es mitología. Es varios préstamos. Superman es Hércules, o Moisés, o Perseo. Tanto, que hasta Marvel (moderna) la cosa iba siempre de rescatar princesas, siguiendo el esquema Perseo-Andrómeda. Pero Marvel, de ahí su éxito cuasireligioso, es una mitología completa.

En la mitología griega, hay dioses que se comportan como humanos injustos. En Marvel, hay humanos que mutan, a través de enormes pérdidas personales, y se comportan como dioses buenos. El mito griego (que para el griego es religión, no como posteriormente en Roma) es una explicación racional a través de lo sobrenatural. El mito Marvel es un intento de explicación racional de la moral. En Grecia necesitaban una religión que dejara hacer filosofía y que dignificara la condición humana. Después de la Segunda Guerra Mundial, Marvel se puso a construir una moral para humanos que no sabían comportarse. Es en la ciencia ficción y en la fantasía donde los autores están explorando más veloz y hábilmente la moral moderna. Pienso en el feminismo de la magistral Compañía Amable de Rocío Vega, la sindéresis de Alan Moore o en la mejor novela española de la última década, Enemigo Innúmero, con un Soto Femenía inmenso hablando, entre otras cosas, de Galactus, o sea, de cómics de la Marvel.

Estas películas no son una categoría artística superior. Son una síntesis de aprendizaje teatral de milenios y de los materiales con los que una y otra vez, siempre, fabricamos mitos. Pero esta vez los viejos dioses pierden, y los humanos vencen a la muerte, y el cine, después de tres horas de éxtasis, ruge y cree.

* Abogado