Hasta que apareció el tractor en el campo cordobés, un mulo valía hasta cuatro veces lo que un potro (salvo algunos ejemplares de excepcional calidad), además la venta del ganado mular se hacía con menor edad (30 meses) y era más ágil y comercial, pues los productos caballares no se vendían hasta que el potro tenía 3-4 años y como casi única salida (solo un comprador) era la de conformar los regimientos del ejército. En 1900, se consideraba que el valor de un mulo nunca bajaba de las 1.500 pesetas, y tengo referencias por un testigo directo que en la feria de mayo de 1948 don Florentino Sotomayor adquirió una yunta de mulas por 38.000 pesetas. Para hacernos idea de lo que aquello significaba, este mismo testigo valoraba en aquella época una fanega de tierra de la campiña en 30.000 pesetas, y en Córdoba una vivienda costaba alrededor de unas 20.000 pesetas.

El mulo o la mula, es un híbrido fruto del cruce entre asno y yegua (cuando resulta del cruce entre caballo y asna, se le denomina burdégano o mulo romo). Era --es-- un animal terco, tozudo, obstinado e inteligente que no se amedrenta ni achanta ante la adversidad. Además, es tosco, duro, longevo, resistente, caminante ágil, capaz de soportar grandes cargas durante jornadas enteras, que antes y después de la obrada resiste grandes distancias de camino. Al ganado mular, la gente del campo --los agricultores-- siempre lo han apreciado y defendido.

No obstante, el mulo, por su incapacidad de engendrar (animal estéril), se consideraba ejercía una competencia indeseada hacia la cría caballar, por lo que desde hace siglos ha sido denostado y vilipendiado por ciertos sectores de la escala social (aristocracia y militares), dado que el caballo era necesario para equipar al Ejército y para alardes de principales. Estos hechos motivaron que durante casi cuatro siglos (desde 1462 hasta 1836), continuadas Ordenes reales prohibieran (bajo importantes sanciones económicas e incluso penales) el uso del garañón en las yeguas del Sur, es decir aquellas nacidas y criadas en los Reinos de Andalucía, Murcia y en la provincia de Extremadura. Sin embargo, los ganaderos de las provincias septentrionales, que contaban con una cabaña caballar de peor calidad, casi siempre pudieron cubrir a sus yeguas con garañón, viéndose por ello beneficiados en sus negocios ganaderos.

Fue en el año 1836, coincidiendo con la supresión de la Mesta, cuando se deroga definitivamente esta norma coercitiva sobre el uso del garañón, quedando a partir de entonces la propiedad libre y respetada en el uso de sus yeguas. Esta libertad de producción ocasionó una inusitada proliferación muletera, hasta el extremo qué en el Censo realizado en España en 1865 en Andalucía se habían multiplicado por (x) 5.5 las cabezas existentes y por (x) 6 el ganado mular de Extremadura.

Si aquella situación de prohibiciones reales (a ganaderos del Sur de España) entre los siglos XV a XIX la observáramos desde una perspectiva actual, donde prima la libertad de mercado, a buen seguro que pondríamos el grito en el cielo ante tamaña injusticia por el abuso y subyugación cometidos sobre aquellos ganaderos. Pues estas decisiones tan solo se justifican por el convencimiento generalizado de ser la cabaña caballar del Sur peninsular la más abundante y mayor calidad de los Reinos de España. De este modo, con aquellas prohibiciones se estuvieron impidiendo, a los ganaderos del Sur, la libre producción de sus explotaciones y el natural desarrollo de su negocio.

Así pues, con estos antecedentes no resulta extraño que muchos ganaderos cordobeses, superada la norma, cambiaran sus hábitos de producción caballar por la cría muletera, o lo más habitual comenzaron a realizar una explotación mixta, donde las mejores yeguas eran destinadas al caballo padre mientras el resto eran cubiertas por el garañón. Así, mediante el cruce del garañón andaluz y las yeguas (andaluzas) destinadas a la trilla, fue como se obtuvo la apreciada mula andaluza. Estas mulas eran normalmente de capa torda y resultaban ligeras, voluntariosas y muy valoradas comercialmente. Las más afamadas se criaban en La Rambla, Montalbán, Montemayor y Fernán Núñez. Y bien, con este modo de proceder el ganadero andaluz, al obtener unos mayores ingresos y la venta de sus productos de forma más fácil, ágil y comercial, podía equilibrar la cuenta de resultados de sus explotaciones.

* Veterinario