“Lo querían matar,/ los iguales,/ porque era distinto...». Así comienza un desalentado poema de Juan Ramón Jiménez, El Distinto, que funde muchos ecos en mi pensamiento, y los condenso en el título de este artículo: Tolerancia. Entiendo que la tolerancia es un auténtico valor humano. Se traduce en una actitud personal y colectiva de respeto y aceptación de todas las diferencias (de las diferencias étnicas y sociales, nacionales y regionales, culturales y educativas, religiosas, económicas, políticas…). Tolerancia es la actitud de admitir la pluralidad en los modos de ser, de pensar y de actuar, mientras no vayan en contra del elemental y legítimo basamento ético, indispensable para la convivencia. La primera definición de lo que es la Democracia (la leí con fascinación mucho antes de que se instaurara la Democracia en nuestro país), estaba fundamentada en este concepto de Tolerancia. La encontré en una novella de Willians Falkner y decía así: Ser demócrata es sentirme avergonzado cada vez que intento imponer alguna idea a alguien, aunque yo esté convencido de que es la verdad.

Desde esta actitud fundamental, una de las consecuencias naturales y necesarias es la inclusión social, hacia todas y cada una de las demás personas, sea cual sea su raza, su educación, su partido político, su educación o sus ideas... Inclusión social materializada y expresada en una actitud de respeto, aceptación, colaboración, participación, ayuda... Qué lejos estamos ahora de vivir con ese espíritu de Ttlerancia, el espíritu inspirador de la auténtica democracia.

La tolerancia es un concepto axiológico imprescindible en la democracia. Su significado viene a ser solidaridad dentro de la pluralidad. Y sabemos que la solidaridad es imposible sin la justicia, sin el respeto, en definitiva, sin el amor. Supone, como he dicho, la actitud de disponibilidad: disponibilidad sincera para tenderle mi mano a quien la necesite, o a quien me la pida, en actidtud de igualdad, superando las diferencias y las distancia. Así es el veraz espíritu de tolerancia.

Casualmente hoy, me ha llegado un whatsapp con este texto: «No se enseña a respetar a un gay; se enseña a respetar a cualquiera. No se enseña a no pegar a un negro; se enseña a no pegar a nadie. No se enseña a respetar a la mujer; Se enseña a respetar a todo el mundo». Es decir: tolerancia, solidaridad… Y auténtica democracia.

*De la Real Academia de Córdoba