Durante mi paseo matinal, ayer entré en el Patio de los Naranjos y casi se me cae encima una turista que debía visitar Córdoba por primera vez, a juzgar por su calzado: unos tacones de vértigo. «Antes muerta que sencilla», debió pensar la buena mujer, a la que no han avisado de que el empedrado de Córdoba no es para ‘stilettos’.