En el siglo XIX hasta era un género periodístico los cruces de cartas públicas en la prensa. Para bien o para mal, que la última vez que se batieron en duelo en Córdoba a la orilla del Guadalquivir fue por un quítame aquí esas tintas entre uno de un periódico liberal y otro conservador.

Pero qué mínimo que, como ya se lo he expresado personalmente, devolverle la atención al profesor Desiderio Vaquerizo por su artículo semanal de hace dos días en este periódico.

Verán: hace tres semanas, con un calentón de entusiasmo arqueológico-económico-turístico-cultural, dediqué unas líneas a imaginar qué pasaría si decidiéramos los cordobeses recuperar aquellos restos que salieron a la luz y volvieron a cubrirse en el bulevar del Gran Capitán, y si era posible sacar partido de esta oportunidad haciendo unos «números romanos» y viendo sus costes y beneficios económicos, culturales y sociales.

Pero el lunes, Desiderio Vaquerizo, pese a sus palabras de cariño, me dio todo un disgusto cuando conocí que ya queda poquísimo a recuperar de aquellos hallazgos que terminaron ocultados entre unos y otros en la que llamaron Operación Walquiria (una vez más, toda gran operación precisaba de un nombre rimbombante directamente proporcional a la salvajada que se comete).

En fin: que bajo el bulevar hay poco que podría ser recuperable y puesto en valor como un bulevar arqueológico que sería algo único en Europa Occidental. Otra oportunidad perdida.

Pero no tiremos la toalla. Hay que hacer ese gran plan estratégico propuesto de Arqueología y ciudad, serio riguroso y a muchísimos años vista, con los responsables de las administraciones y la sociedad en general trabajando a largo plazo y con alturas de miras.

Aún tenemos oportunidades.

Como esa Medina Azahara de la que se nos está llenando la boca este año con su candidatura ante la Unesco, y que solo está excavada y estudiada en un 3%. O el complejo palatino de Cercadilla, con su 70% destruido y el 30% que sobrevivió a muchas décadas de ponerse en valor. Vale. Con el Bulevar del Gran Capitán ya no salen las cuentas. Pero, ¿y si seguimos haciendo números romanos?