Ya que está claro que en este país no hemos alcanzado la paz por la vía del perdón, la amnistía y la reconciliación, quizás habría que probar (explorar el escenario, se dice ahora) la vía de la condena. La Transición, que fue un ejemplo para todo el mundo de cómo elaborar un proyecto común de futuro para todos basado en la reconciliación, el perdón y la amnistía, ha fracasado en cuanto han ido muriendo o ya están viejos quienes la protagonizaron. Pero hay una enorme riada de jóvenes adiestrados en un rencor que no es propio en edades tempranas sobre unos acontecimientos históricos que ni vivieron ni conocen objetivamente porque se les ha contado de aquella manera. Los que teníamos quince años cuando murió Franco echamos enseguida los dientes políticos en la magia de la democracia, en la fascinación de la libertad, y por eso somos los que más lamentamos la deriva que están tomando las cosas por una realidad absurda y sin consistencia que todos se afanan en alimentar. Digo que, descartado el perdón mutuo que supuso la Transición, ya solo queda explorar el escenario del juicio y la condena, a ver si así este país cainita se tranquiliza. O sea, haría falta un juicio, preferentemente con parte de jueces y jurados extranjeros, que juzgara y condenara la guerra civil y a todos sus participantes, porque no me vengan con que aquello de malos contra buenos. Que se depuren responsabilidades y se condenen tanto hechos concretos como abstractos, que se analicen las culpas internacionales y se llegue a conclusiones universales. Y, también, que se juzgue y condene a la postguerra por aquello que debiera ser juzgada y condenada. Que se apliquen en estos procesos los atenuantes y agravantes a que hubiere lugar, y que se dicte sentencia. Una sentencia que todas las facciones se vean obligadas a acatar bajo pena de cárcel, como en Alemania es obligatorio acatar la condena del nazismo, del comunismo estalinista y la verdad del Holocausto. Que se dejen de nuevas normalidades y de crisis constitucional, todo es un invento para acabar con la vieja reconciliación y la veterana estabilidad. De lo que es tiempo es de la serena sensatez.

* Escritor

@ADiazVillasenor