El panorama político comienza a tornarse exasperante. Y no por lo que pueda tener de cansino el teatrillo de los partidos en cuanto a ponerse o no ponerse de acuerdo para formar gobierno, sino por lo extremadamente ilógica y contraproducente que resulta una situación que deja de ser el ínterin normal de cualquier democracia para convertirse en un despropósito cuyo objetivo es la estrategia de algunos partidos políticos. En su base todas las democracias se parecen, aunque llegado el caso cada una ha adaptado su propia idiosincrasia a dos conceptos necesarios: eficacia y eficiencia democrática. No es eficaz y eficiente una democracia que permite que la circunstancia de que ningún partido tenga mayoría para formar gobierno impida el normal funcionamiento de esa misma democracia. Cómo es posible que a los partidos políticos se les toleren tantas perdidas de tiempo en ponerse de acuerdo, y a los ciudadanos no se les permita de una manera automática volver a aproximarse a las urnas y entre, por ejemplo, los dos partidos más votados elegir a uno para que pueda gobernar. Esto no sólo proporcionaría un gobierno estable, sino que eliminaría el poder desproporcionado de los partidos minoritarios que llegan a decidir sobre ámbitos que incluso exceden sus propias ideologías y doctrinas. Aunque nuestro sistema automático de segunda vuelta electoral no está contemplado en nuestra ley por lo que para acudir de nuevo a las urnas y con todos los partidos del arco democrático en el bombo, se ha de esperar la iniciativa del presidente del Gobierno que actúe como tal en ese preciso momento. Pero hay cosas que no se cambian pues parece no interesarles a ningún partido y como en eso de subirse los sueldos, siempre, siempre, siempre están de acuerdo. Así es que lo de una segunda vuelta la que usted y yo nos damos en ese melancolía que es fruto del inútil esfuerzo de nuestros políticos en ponerse de acuerdo.

* Mediador y coach