En Cataluña falta un relator para esa otra mitad de su población que en las últimas elecciones ha votado a partidos españolistas. O sea, lo que para muchos independentistas representa la mitad fascista de Cataluña -porque nada más fachón, para ellos, que desear continuar en España- no han tenido ni tienen nadie que los interpele, quitando a Inés Arrimadas y su victoria simbólica, pero mucho más real, en número de votos, que la que ha terminado gobernando. Hemos estado a punto de tener a una mesa de partidos con un relator inicial que acabaría luciendo rango de mediador internacional. Más que una victoria del independentismo, que lo hubiera sido y brutal en el ámbito que le interesa --que no es el de la legalidad, sino el de la propaganda internacional--, ha sido un error gigantesco de nuestro presidente turista. Porque la verborrea no puede explicar lo inexplicable: ni la democracia española necesita ninguna tutela internacional, porque esto no es Venezuela ni Yemen, como ha sentenciado Alfonso Guerra, ni la relación entre una región y el Gobierno nacional requiere más mediación que el imperio de la ley. Tú imagina que eres un barcelonés de dry martini en Boadas y comida del sábado en Leopoldo, con esa evocación de Vázquez Montalbán. Votas al PP o a Ciudadanos. Formas parte de la mayoría electoral, pero la ley da el Gobierno al independentismo. Y compruebas que el gobierno autonómico solamente actúa y legisla por la independencia; o sea, contra ti. Contra esa otra mitad que representas. Y cuando a algunos se le llena la boca hablando de buenista diálogo, se afirma que hay que dialogar con Cataluña. Pero es que Cataluña, amigos, no es solamente eso. Y cuando se dice el pueblo catalán opina esto, no se está diciendo la verdad. Claro que hay que dialogar, pero sin apropiarse de los territorios, ni de las intenciones. El mediador internacional por supuesto que habría sido una alta traición, como denuncian Rivera y Casado, porque nos deja a la altura de lo que no somos.H

* Escritor