Estamos abocados, de forma pronta creemos, a la conclusión de la restauración de la torre del homenaje de Belalcázar. Se trata de una de las iniciativas culturales más ansiadas desde hace décadas en la comarca de Los Pedroches. No es para menos. El castillo de Belalcázar (Gahete; de los Sotomayor) constituye un baluarte arquitectónico de primer orden, pero especialmente comporta la fehaciente recuperación cultural de mayores dimensiones. Nos encontramos ante una fortaleza medieval que sintetiza como nadie parámetros geográficos e históricos del ámbito occidental de la comarca cordobesa. Hace 15 meses (junio de 2018) se inició la restauración y rehabilitación de uno de los edificios más emblemáticos de Córdoba y Andalucía, y el plazo ha concluido. Dicha intervención no es pecata minuta, pues creemos que tiene extraordinaria importancia. Especialmente cabe resaltar la significación que ha de tener en un contexto rural que, como tantos en España, camina por la senda del abandono y pérdida continua de población. Cualquier recurso que se allegue resulta primordial, y muy especialmente uno tan relevante que puede y debe mover servicios y equipamientos de distinta naturaleza. Sinceramente pensamos que el inicio de la recuperación parcial del castillo es y tiene que ser un hito importante para remover la comarca en términos económicos y culturales (turismo…). La dimensionalidad cultural del edificio (para los de dentro y fuera) exige una oferta amplia, inteligente y conjunta con otras oportunidades ya existentes (Hinojosa, Pedroche, Dos Torres…), a las que le faltaba (cara al exterior) un acicate grande de atracción, que ahora ya existe. El castillo de Belalcázar represente un ejemplo antológico de síntesis cultural (antiguos castros y tapiales romanos, musulmanes y cristianos medievales; viejas calzadas). Desde abajo siempre hemos visto una fortaleza que emerge con poderío hacia arriba (un contrapicado); ahora percibiremos la supremacía (medieval) desde arriba hacia abajo, la subyugación de las tierras y villas, conventos y monasterios; desde lo alto de la torre, con una mirada que anonada, fácilmente se comprende la realidad geográfica circundante: las relaciones históricas entre villas y e instituciones sufragáneas; el señorío medieval de Gahete estrechamente vinculado en el occidente español entre las tierras bajas del Guadalquivir, la metropolitana toledana y las tierras mesteñas de los Zúñiga (Béjar).

De otra parte, la arquitectura cuatrocentista (s. XV) del castillo de Belalcázar es imponente, siendo la torre del homenaje su mayor exponente. Una construcción que arranca del fundador del linaje, don Gutiérrez de Sotomayor, que secundan de forma contundente su hijo don Alfonso y su mujer doña Elvira de Zúñiga (con su emblemática cadena), auténtica impulsora de la torre en su expresión más ornamental y artística. En ella todo es calidad y grandeza. Alegremente se amalgaman la solidez (con altura de 47 m.) castrense y funcionalidad (dos grandes cuerpos con cinco plantas y robusto aljibe) con la fina y elegante decoración de balcones-miradores y escaraguaitas afiligranadas; con el sabor neto del gótico flamígero que traspiran a borbotones los pináculos invertidos (como ménsulas de sustentación) con motivos de ganchillo. El gigantismo de los imponentes escudos con las armas de los Sotomayor que, con prurito de grandeza, son como dice Cooper los emblemas heráldicos más grandes de toda España. Entre los mayores loores se encuentra, no cabe duda, esa dialéctica arquitectónica de suelos volados en planta (que existían para defenderse, con entradas contrapuestas) y las cubiertas interiores (de distinta naturaleza, composición y forma), que se solventan con el magisterio de un arquitecto que sentencia cátedra de primerísimo orden. De momento, a la espera estamos de la inauguración (que aún no se ha hecho), con la inquietud y la intranquilidad del nacimiento de un niño; con la esperanza y el ansia en vilo; con el temor de que no se hayan hecho las cosas bien; de que se hayan utilizado criterios adecuados de restauración; de que cumpla satisfactoriamente con las exigencias técnicas y culturales. Con la satisfacción y creencia, no obstante, de una apuesta fuerte por la cultura.

* Doctor por la Universidad de Salamanca