L os medios de comunicación, poco a poco, se van convirtiendo en tribunas de Dios en nuestros conventos y monasterios. Hasta ahora, se limitaban a ofrecernos la parte material, la más artística y monumental, mostrándonos claustros, patios y dependencias. Pero cada vez con más frecuencia, sobre todo a través de la radio, se nos transmiten las eucaristías en sus iglesias recoletas, en las que participan fieles y comunidades religiosas. Viví la experiencia, en el convento de las religiosas clarisas de Jesús de la Columna, en la localidad cordobesa de Belalcázar. A las diez de la mañana, el pasado jueves, Radio María retransmitía la santa misa, con tanta sencillez como encanto. Un servicio técnico modestísimo se encargó de todos los detalles. Un grupo de personas, vinculadas a la emisora como voluntarias, se desplazó desde Pozoblanco. Y la comunidad de religiosas se encargó de las lecturas y de los cantos. Todo con puntualidad, vivenciando en nuestro interior la ceremonia religiosa, conscientes de que llegábamos, a través de las ondas, a miles de personas, sobre todo, enfermos e impedidos. En el momento de la homilía, quise subrayar con fuerza el escenario, la brisa monacal. Este convento, todos los monasterios son lugares santos, lugares de encuentro con Dios, de soledad sonora, donde en el silencio y con sosiego se escucha a Dios y en cuya soledad se palpa su presencia, que todo lo llena. Desde aquí, además, uno no se aparta de los hombres, sino que los siente más próximos, se percibe con más claridad el sentido fraternal de la historia, experimentamos ese zambullido de nuestro mundo donde ellos viven, aman y sufren. En los conventos se viven con mayor intensidad y densidad los gozos y esperanzas, las alegrías y tristezas, de los que nos hablaba el Concilio Vaticano II. Tomando el hilo de una reflexión del cardenal Cañizares, quise evocar también sus palabras: «En conventos y monasterios de vida contemplativa, se vive con especial intensidad estar con el Señor, que vino a servir y no a ser servido. Dios con nosotros, tan unido a nuestra humanidad sufriente y humillada; estar con Él y verle en su humanidad llagada y crucificada». Los cantos de las monjas perfumaron una eucaristía que llevaba hasta las ondas la grandeza de Dios y los hondos misterios del cristianismo. En los monasterios leemos páginas y páginas de la historia, en las que están nuestras raíces más propias, la verdadera memoria histórica de lo que somos, inseparable de Dios, en ellas tenemos las experiencias y las cotas más alta de humanidad de nuestro pueblo, ahí podemos entrar en ese espacio sagrado en el que se vive solo para Dios, que es nuestro destino y vocación, en el que el cielo abre sus puertas a la tierra. Radio María va entrando en templos parroquiales y en iglesias conventuales para colocar en las ondas la presencia de ese otro mundo escondido, pero presente en nuestra sociedad, los hombres y mujeres, buscadores de Dios en el silencio y en la oración, que creen profundamente en la fuerza de lo alto y la invocan en sus entrañas, para que descienda en lluvia torrencial de dones y de gracias. Fue, sin duda, en las clarisas de Belalcázar, la vivencia de una eucaristía muy especial.

* Sacerdote y periodista