Verano del 2013. Comienza su aventura laboral, como la de otros muchos, tras haber estudiado Enfermería. Aún España y más en concreto la comunidad autónoma de Andalucía, andan inmersas en plena crisis económica y política, inmersas en recortes sanitarios, entre otros. Contratos precarios como enfermera en centros privados o públicos. Contratos temporales y la mayoría de los casos lejos de casa... Decidida a seguir avanzando en su profesión, y no dispuesta a trabajar solo en época de verano, decide hacer las maletas e irse al extranjero (Reino Unido para muchos y Alemania, para otros pocos). Sin idioma y habiendo invertido en su formación su país de origen y su familia, consigue, tras mucho esfuerzo, un contrato estable como enfermera en un hospital público del extranjero. Un contrato indefinido, algo impensable en España, aún incluso ahora mismo (2019). Una estabilidad que su amado país de origen, de primeras, jamás le ofreció.

Se habla de que el ratio de enfermeras por habitante en España es de los más bajos de Europa. Y es que en concreto, nuestros profesionales enfermeros, por su formación universitaria, son de los mejores valorados por otros países. Paradoja. Sin embargo, se pregunta, ¿Hasta cuándo esta necedad de organización por parte del Estado y de las comunidades? ¿Por qué no una mejor organización de los recursos económicos del país? ¿Hasta cuándo la lucha política por el poder, en detrimento de los profesionales de salud, en este caso, y de los pacientes, al ser atendidos por unos profesionales desbordados?

Dicen, se escucha, que la situación en España está mejorando, en el terreno profesional, pero, ¿y los resultados? Y es que, sin resultados, quién predica no tiene ninguna credibilidad.