Algunos de los prejuicios que tenemos son muy claros y visibles, pero otros se nos escapan y, sin embargo, son importantes. Por mucho que nos hayamos autoanalizado, por muchos esfuerzos que hagamos a diario para tener la mente abierta y no caer en prejuicios, estos siguen aflorando de forma inconsciente. Les voy a contar un experimento simple, pero muy relevante, que permite entender los estereotipos y prejuicios de nuestra vida cotidiana.

Mediante técnicas documentales del mundo del teatro, una profesora de Economía y Ciencias Políticas de Insead (María Guadalupe) y un director de teatro americano (Joe Salvatore) recrearon parte de los debates presidenciales de Estados Unidos de las elecciones del 2016 entre Hillary Clinton y Donald Trump. Lo curioso es que invirtieron el género de los candidatos. El papel de Donald Trump lo interpretaba una mujer y el papel de Hillary Clinton, un hombre. La experiencia también incluía a un moderador (hombre), que reprodujo el texto de los debates presidenciales. Los directores del experimento transcribieron el texto exacto de una parte de los tres debates presidenciales y los actores lo representaron palabra a palabra, con los mismos gestos, las mismas expresiones faciales, las mismas interrupciones que en el debate original. Se trataron varias temáticas de los debates originales (política económica, inmigración o incluso las interferencias rusas durante la campaña electoral). Si lo quieren ver, el vídeo está en la página web del proyecto (https://www.heropponent.com), dura 35 minutos y vale la pena mirarlo (aunque sea solo una parte) porque esconde varias sorpresas.

Yo asistí a una de las presentaciones del proyecto y la profesora María Guadalupe nos pidió que dijéramos algunos adjetivos que nos sugirieran los dos candidatos presidenciales. En el caso de Hillary Clinton, la audiencia utilizó los adjetivos fría, distante o calculadora; para Donald Trump usaron maleducado, egoísta o charlatán.

A continuación, vimos el vídeo del experimento. Después de ver una parte de la representación de los debates con los géneros de los protagonistas invertidos, a mí me sorprendieron dos cosas: la primera, que el actor (hombre) que representaba el papel de Hillary no contestaba a los insultos y a las interrupciones de su oponente (mujer). Dejaba que ella le interrumpiera constantemente sin poder terminar las frases. Me pareció terrible darme cuenta de esto porque, durante los debates originales, en ningún momento había pensado eso de Hillary. Nunca me planteé por qué ella no le contestaba, en vez de callar, cuando Donald Trump cortaba su intervención (muchas veces, de mala manera). Claramente, esto se debe a que, inconscientemente, tengo interiorizado que es correcto que las mujeres acepten ese trato sin plantar cara; sin embargo, cuando es el hombre el que recibe ese trato, me parece increíble que no conteste e imponga su autoridad. Quedé francamente sorprendida por mi reacción y estoy trabajando activamente para cambiarlo.

Lo segundo que me sorprendió fue lo ridícula y poco profesional que me parecía la actitud de la actriz (mujer) cuando reproducía los gestos y las palabras que Donald Trump había usado en el debate original. Me parecía imposible que un político pudiera utilizar aquellos gestos y pudiera tener semejante actitud. Sin embargo, en los debates originales, Trump me parecía molesto y maleducado, pero nunca ridículo ni poco profesional, que es lo que sentí con el personaje de Donald Trump mujer. ¿Por qué cuando una mujer se comporta de modo grosero y maleducado me parece ridículo y poco profesional? De nuevo, mis prejuicios me llevaban a interpretar una misma actitud como «persona maleducada» si estaba expresada por un hombre, y como «ridícula, vergonzosa y poco profesional» si estaba expresada por una mujer.

Del experimento yo saqué dos moralejas. La primera, una moraleja electoral: pienso que, de haber sido mujer, Donald Trump nunca habría ganado las elecciones de Estados Unidos. La segunda, una moraleja personal: nos queda mucho por cambiar para poder vivir en una sociedad igualitaria. Incluso las personas que defendemos la igualdad entre hombres y mujeres y que estamos seguras de estar luchando por estos ideales de igualdad, tenemos prejuicios escondidos que nos traicionan de manera inconsciente y en cualquier momento (incluso cuando estamos mirando un debate televisivo sentados en el sofá de nuestra casa).

* Profesora del Departamento de Economía de la UB