En el mes y medio que lleva el Gobierno del señor Sánchez en funcionamiento hemos asistido a tantos despropósitos en materia de Política Exterior, que llevan a uno a preguntarse honradamente si queda alguien en el Ministerio que sepa de qué va eso de las Relaciones Internacionales.

El primer despropósito ha sido la autorización de las embajadas catalanas, que se habían clausurado por el 155 y que el señor Borrell había paralizado. Y es un despropósito, no solo porque se permite una vulneración del artículo 149.3 de la Constitución que establece la competencia exclusiva del Estado en materia de «relaciones internacionales», sino porque con esta autorización una parte del esfuerzo diplomático de las embajadas de España ha de dedicarse a contrarrestar la acción de estas embajadas catalanas, pues estas no sólo no defienden los intereses colectivos de los españoles, sino que, como ya hemos visto, son instrumentos que trabajarán por distorsionar la imagen de España. Si en el futuro la democracia española apareciera en los medios de comunicación de algunos países como una pseudodemocracia y su opinión pública se decantare por apoyar la secesión será gracias al trabajo de estas embajadas paralelas.

El segundo despropósito ha tenido que ver con el Magreb, nuestra frontera sur. En medio del descontrol de este Gobierno, el de Marruecos, fiel termómetro de la debilidad de Madrid desde 1975, ha ampliado unilateralmente sus pretensiones de explotación de la plataforma continental marítima al Oeste del Sáhara. Según estas pretensiones, Marruecos tendría derechos sobre el fondo marítimo hasta pocas millas de las Canarias, donde hay yacimientos de petróleo y coltán. Ante esta situación, nuestra ministra se apresuró a tranquilizar al presidente de Canarias y a anunciar una negociación con Marruecos. Ante esta débil respuesta, Argelia también ha ampliado sus pretensiones en el Mediterráneo. Unas pretensiones que, además, se han revestido de malos modos con el aplazamiento de la visita de la ministra a Argel, pues, el Gobierno paralelo de Podemos tiene una opinión diferente a la hasta ahora sostenida por España en el sensible tema del Sahara. O sea, que, en menos de un mes, hemos dejado que Marruecos afirme su posición, al tiempo que nos liamos con Argelia y Marruecos, agitando el problema del Sáhara.

El tercer despropósito ha sido en Latinoamérica, otro de nuestros ejes esenciales. Y la clave ha sido el «affaire Ábalos», por el que, al recibir a la vicepresidenta de Venezuela en una esperpéntica visita relámpago, gestionada al margen de Asuntos Exteriores y contada con mil mentiras, el Gobierno del señor Sánchez ha dado un bandazo en la posición de España en Venezuela, pasando de reconocer a Guaidó como presidente «encargado» a rebajarlo a líder de la oposición. Además, la visita «personal», con foto incluida, del expresidente Zapatero a Maduro ha venido a empeorar el asunto, pues altera nuestra posición. Si a esto le sumamos el lío de la embajada en Bolivia y la tibieza en Nicaragua, tenemos que, en un mes, España ha cambiado su alineación en Latinoamérica hacia el bloque chavista (Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua), en contra de la posición de las democracias occidentales, de las potencias regionales y de nuestros intereses.

El cuarto despropósito está ocurriendo en la Unión Europea, espacio reservado a nuestro presidente, pues la posición de España, tradicionalmente aliada del bloque Franco-Alemán, está cambiando para asociarnos a Italia, competidora de España en fondos y en reparto de posiciones.

Más aún, este Gobierno ha afirmado su esencia izquierdista rancia iniciado su particular guerra con los Estados Unidos con la tasa Google, que tanto daño hará a nuestras exportaciones agroalimentarias. Parece que la política exterior española sigue los tics de la vieja guardia comunista: débil con Marruecos, prosaharaui, cercana a las dictaduras izquierdistas latinoamericanas, antieuropeísta y antinorteamericana.

Esta semana empiezan las negociaciones sobre Gibraltar. Y con este Gobierno de los Hermanos Marx lo que temo es que negocien la anexión de Andalucía en la Roca y nos hagan a todos llanitos.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía