Hace unos años, concretamente en 1992, el partido en el gobierno tuvo dos realizaciones de altísimo nivel, de repercusión internacional, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. La oposición podría haberlos elogiado, o al menos guardar silencio, pero partiendo de la idea básica de que al enemigo ni agua, en escrupulosa aplicación de la política del calamar, tinta sobre todo lo bueno del otro, jugó con los comodines de la crítica, con lo que siempre es posible objetar: argumentando que los eventos llegaron demasiado tarde o demasiado temprano, o que habían resultado demasiado costosos.

Desde entonces la derecha, el PP, no ha dejado de soltar tinta, y en los tiempos recientes la del calamar político no falta un solo día. El PP no tuvo nunca un presidente doctor y si el de ahora, del otro partido, lo es, tinta: su tesis tienes plagios, no obstante haber merecido la calificación de sobresaliente cum laude. Claro que es más fácil criticar una tesis ajena que hacer una propia. Casado que dijo ser doctorando, lo que ha sido desmentido por la universidad, o sea que ni siquiera está en camino de principiante, critica la tesis de Pedro Sánchez como si fuera un maestro en tales menesteres. Yo no soy, o no he sido hasta ahora, capaz de redactar una tesis pero puedo soltar tinta negra sobre la tuya; y lo hago. Y además exijo que vengas al Parlamento a dar explicaciones sobre tu tesis; no cabe mayor despropósito.

Hemos sentido vergüenza ajena cuando hemos visto en los reportajes televisivos la torpeza y el silencio de los presidentes del PP en los foros internacionales. Rajoy fuera de España necesitaba un intérprete para saludar.

Ahora que vemos la soltura con que Pedro Sánchez habla en los primeros foros mundiales o con los más importantes mandatarios, los del calamar sueltan su tinta: está de vacaciones cuando habría de estar aquí.

La tinta que debiera soltar la derecha es la de la pluma o la del ordenador: hacer críticas razonadas sobre las propuestas o medidas del adversario; enunciar programas propios de actuación, y no encerrarse en que de aquí --el Senado-- no pasas solo por la única y contundente razón de que tengo mayoría absoluta y puedo vetarte; no importa si con el veto los españoles pierden millones en inversiones sociales. Tócate las narices.

Si el pueblo español no aprende a votar con la que está cayendo es que no tiene arreglo.

* Escritor. Numerario de la Real Academia de Córdoba