En estos días hemos visto la guinda de la irresponsabilidad filial en la estúpida súper protección de padres a hijos y por tanto perjudicando a estos renacuajos para con su futuro como si los papás fuésemos eternos y perfectos. Atónito contemplo como en partidos de fútbol de los alevines se viene repitiendo el que algunos padres --sopla pollas-- se emprendan a castañazos porque en el juego se ha podido cometer un exceso, algo por otra parte implícito en el mundo del deporte. Pero esas peleas simbólicamente engloban la tónica de la educación familiar actual: «mi niño no ha sido y todo esto viene por las malas junteras...». Regalándoles semejante protagonismo luego llegan al colegio creyéndose los reyes de mambo y terminan desesperando a los profesores, que, desmotivados, no se implican más por hartazgo psíquico. Y es que la poca vergüenza que se bebe rebosante en las casas, se vomita en las aulas. Con todo esto nos estamos cargando el espíritu de superación y compromiso colectivo. Parecemos sonámbulos buscando los deseos de los niñatos. No puede ser que a familias que a tres días vista no tengan para comprar en el súper, no les importe esto y se den la vida por comprarles unas zapatillas guapas y caras. Hoy a los niños con trece años, a diferencia de antaño donde es cierto que se adelantaba la hombría para currar y aportar a la economía familiar, se les adelantan los cojones solo para salir de copas. Y si en estas salidas hay algún lio, rápidamente los padres se responsabilizan unos a otros gritándose que su hijo no es así y que todo es por culpa de esos amigos que están estropeando a su buen chiquillo que como tiene buen corazón y es tonto, se deja llevar. ¡Venga ya hombre, que tu niño es el peor!... Pero yo creo que esto lo decimos de boca para afuera y que conocemos mejor que nadie al elemento que tenemos en casa que solo sale del cuarto para comer y cagar pero no queremos reconocerlo para que no se nos largue porque sabemos que solo no vale ni dos gordas. Hemos llegado a hacerle tanto la bola a los hijos que somos sus rehenes. Ese no es el camino. Si quieres llegar a una solución eficaz y poner los medios adecuados debes partir de la base de que es tu hijo la mala juntera para los demás y así conseguirás dos objetivos: el primero es cortar esas perjudiciales compañías sin que los otros padres se ofendan porque será bajo el pretexto de que tu hijo es el peor. (Hasta darás ejemplo para que hagan como tú). Y en segundo lugar, al quitarle el papel de víctima hallarás la solución adecuada. Porque lo peor para resolver una situación es eludirla.

* Abogado