Toda suerte de lectores se habrá quedado admirada con la rotunda afirmación expresada poco ha en un resonante acto público celebrado en la antigua capital del Señorío de Vizcaya por el exlendakari D. Juan José Ibarreche, para el que hace dos mil años, cuando estaba muy lejos de existir el Estado-Nación español, ya podía constatarse la presencia en la península de un pueblo vasco y otro catalán...

Y la admiración surgiría más que de esta provocativa aseveración del silencio de los corderos que la ha seguido. En una colectividad presta a proferir un quítame de ahí esas pajas ante cualquier alusión que recuerde mínimamente al credo o ideología del franquismo, la tajante declaración del antiguo dirigente vasco, idéntica en lo esencial a lo defendido por estudiosos airadamente denostados de «fascistas» acerca de los caracteres casi «geológicos» del ser histórico español y de sus hondas y dilatadas raíces prehistóricas, ha suscitado el asentimiento tácito o el silencio impenetrable y otorgable. Así, desde luego, se escribe la historia hoy en España. Pero, por fortuna, la adusta y severa Clío se halla muy lejos de las deturpaciones y corruptelas orales, académicas y políticas de un presente corroído por una grave, muy grave crisis ética.

Para, en la escala axiológica del articulista, el más grande historiador hispano de la centuria pasada, el abulense Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), la identidad nacional, de forma semejante a lo acaecido en otros pueblos, como, v.gr., el francés o el italiano, había forjado sus eslabones iniciales en el largo discurrir de los tiempos prehistóricos. Anacronismo inmenso sería, obviamente, fechar ya en el citado periodo la datación del nacimiento de lo español, pero no así la lenta génesis de algunas de sus características determinantes. De ahí, pues, que el explosivo, mas no novedoso en labios vascos, pronunciamiento de Ibarreche pueda estimarse como parcialmente exacto en un pueblo como el vasco peninsular del que todavía desconocemos el lugar de origen y la fecha de su llegada al territorio de la cornisa del Cantábrico oriental. Empero resulta harto elocuente --importará insistir dada la trascendencia del tema-- del estado de los espíritus en la España de 2018, y aun de varias décadas atrás, que, al paso que la tesis del egregio medievalista citado es empecinadamente calificada como «reaccionaria», «derechista» y hasta «franquista» por los sectores progresistas hodierno absorbentemente dominantes en la cultura española, la esgrimida por el exlendakari haya provocado en los mismos el expresivo aplauso ínsito en el argumento ex silentio.

Mas, lejos de las controversias del día, semeja un fenómeno de la mayor importancia política y social que la tan enteca e indigente en el plano cultural opinión pública de nuestro país se vaya familiarizando con los postulados sustanciales de su configuración como pueblo, peldaño inicial de su conformación como nacionalidad.

* Catedrático