A principio de esta semana era evidente, caminando por Córdoba, que la ciudad estaba en Feria. Mujeres vestidas de flamenca o acicaladas con sus mejores prendas de vestir tenían como meta El Arenal. Fijé mí vista en un par de jóvenes que no eran gemelas aunque lo parecían por su atuendo: chaquetas blancas entalladas y pantalones negros. Qué buen contraste. Pero de pronto aprecié que una de ellas llevaba el pantalón de vestir con los rotos tan habituales en los pantalones vaqueros. No estoy muy de acuerdo con esta moda pero la comprendo. Sin embargo trasladar esa «gracia» deportiva a un atuendo de fiesta no tiene sentido. Alguien ha dicho que una cosa es ser moderno y otra, la modernez rima con estupidez. Pero no son tan estúpidos los que imponen estas modas sin la más mínima estética. Suelen decir hay gente «pa tó» y eso es lo que quieren. Se callan naturalmente el dicho, «las cabezas no se han hecho solo para que uno se las peine, se han hecho también para pensar». A fin de evitar en lo posible el influjo de los que defienden una sociedad infantilizada, hay que formar personas capaces de reflexionar. La moda que a más de una mujer le sienta fatal, se convierte en extrema fealdad. Pero la moda de la fealdad lo invade todo, incluida la política. El actor Arturo Fernández dijo durante una entrevista: «Lo que más abunda ahora es la ordinariez, la chabacanería y la vulgaridad». Alguien dirá «está anticuado, es un facha». Pero no es ser de derechas ni de izquierdas opinar que la extrema fealdad es el caos absoluto. Los que la imponen dicen: «La moda contra más fea más beneficiosa».

* Periodista