Tras más de diez mil muertes, dice el Gobierno que su prioridad es garantizar la supervivencia. Anda como loco buscando mascarillas más allá de nuestras fronteras. Al parecer han comprado unas pocas de tela para evitar que perezcamos nosotros, y cuarenta y siete millones de acero para sobrevivir ellos. No ha sido fácil adquirirlas, y han tenido que acudir a un amigo venezolano que cuenta con un importante excedente de mordazas.

Cuentan los expertos que la sintomatología del coronavirus principia en todos los casos con tos seca, cansancio y fiebre. En España se ha demostrado que, además, provoca amnesia y una grave alteración de la capacidad de crítica hacia quienes deben gestionar esta crisis. A la par que el virus, un manto de silencio se extiende por las televisiones y sus tertulianos sabelotodo. Por mor del aislamiento, los medios de comunicación se han convertido para gran parte de la población en el único contacto con el exterior, de ahí el interés de algunos por confinar y confitar la verdad. Ante cualquiera de los muchos traspiés del Gobierno, los variopintos presentadores televisivos -reconvertidos en portavoces gubernamentales- piden guardar silencio y remar todos en la misma dirección, pese a que el barco hace agua y se va a pique. Para garantizar su independencia periodística, las televisiones amigas le han hincado el diente a una sustanciosa subvención de quince millones de euros, por eso cuesta algo más morder la mano que te da de comer. De tanto gritar en las manifestaciones del 8M, algunos se han quedado afónicos.

En los últimos días no ha sido noticia el cierre sine die del Congreso de los Diputados; ver al presidente del Gobierno cantinflear sin descanso; ruedas de prensa sin prensa; subrepticios ingresos hospitalarios en prestigiosas clínicas privadas; cuarentenas a la carta; el hundimiento de la economía; seiscientos cuarenta mil test defectuosos comprados a la empresa china Fu Manchú; nocturnas y alevosas publicaciones en el BOE; sanitarios sin protección; empresarios sin empresas; trabajadores sin trabajo; niños sin paseo y perros por doquier. El apagón informativo todo lo alcanza, y para conocer la realidad patria hay que tener sintonizada la antena parabólica. Para regocijo de la facción soviética del Gobierno, los canales ibéricos solo programan el No-Do. Desde la pantalla de su ordenador, los párvulos aprenden que Caracas es la capital de España, y el Volga ya pasa por Valladolid. Para las vacaciones de verano los alemanes están organizando viajes a Madrid para ver el muro de Berlín. Parafraseando a Antonio Burgos, La Habana es España con más negritos; España, La Habana con más salero.

Debo reconocer que la primera medida que adoptó el presidente iba por el buen camino. Mandar a casa suspendidos de empleo -que no de sueldo- a dieciocho de sus veintidós ministros era garantía de éxito, pero ha resultado insuficiente. No debe cejar en su empeño porque aún puede cumplir las expectativas. Nadie le pide que evite esta tragedia; ni es posible, ni está capacitado para ello. Nos basta con que no la empeore.

Entre tan sombrío panorama, aún hay un resquicio para la esperanza. El ministro Alberto Garzón ha solicitado un permiso de paternidad de tres meses que le impedirá acudir a su trabajo en el Ministerio. No todo está perdido.

* Abogado