Se han cumplido muy recientemente 25 años de la Declaración por la Unesco del Centro Histórico de Córdoba como Patrimonio de la Humanidad, nominación de la que ya disfrutaba la Mezquita de la ciudad desde 1984. Igualmente, el pasado 9 de septiembre se cumplieron, así mismo, 25 años de la inauguración de la Estación de Ferrocarril de Córdoba, después de un complejo y dilatado proceso que consiguió eliminar los potentes obstáculos a la expansión norte de la ciudad, lograr también una importante modernización y fluidez en su estructura vial, evitar la previsible especulación que el desarrollo del proyecto podía conllevar anexo al denominado plan Renfe y, sobre todo, añadir un plus de racionalidad al trazado urbano de una ciudad que solo, muy de vez en cuando, consigue salir de sus encorsetamientos no solo urbanísticos.

Junto a la también muy importante transformación que se ha producido en torno al río y que ha supuesto la recuperación de la zona de la «ribera» y sus aledaños como una de las áreas de expansión y ocio de la ciudad -la desmesura del cual es un efecto colateral pero perfectamente controlable por la autoridad municipal-, con toda seguridad, han sido estas algunas de las cuestiones más importantes por sus propios contenidos y por su incidencia en aspectos claves para el presente y el futuro de la ciudad de Córdoba en temas como circulación vial, recuperación patrimonial del casco, turismo, conexión ferroviaria, etcétera.

A cualquier observador, sin embargo, no se le esconde que las citadas en primer lugar (declaración de la Unesco e inauguración de la estación), logradas en un consistorio municipal que encabezaba Herminio Trigo han pasado sin grandes alharacas, ni excesivos impactos en la ciudadanía cuando, sin duda, se trata de dos hechos claves en la Historia Urbana de la ciudad de Córdoba. Por ejemplo, se ha recordado poco el enorme esfuerzo que debieron realizar los equipos técnicos que, respectivamente, estuvieron detrás de ambos proyectos, el trabajo de personas (arquitectos, juristas, urbanistas) que dedicaron lo mejor de sus conocimientos a que se alcanzaran los objetivos.

Quiero centrar especialmente mi atención en estas líneas en el reconocimiento del trabajo de quien, a mi juicio, mejor ha conocido la evolución y la transformación que ha sufrido la ciudad de Córdoba durante los siglos XIX y XX, el geógrafo Francisco García Verdugo, fallecido prematuramente en plena madurez intelectual y profesional en agosto de 1999 y que, desde mi quizás algo profano punto de vista, es un perfecto continuador de las preocupaciones urbanísticas del historiador A. Jaén Morente y de su propio maestro el profesor López Ontiveros. Francisco García Verdugo, geógrafo de la Gerencia de Urbanismo de Córdoba, fue el autor de un conjunto de trabajos esenciales para el conocimiento de la trayectoria del urbanismo de la ciudad, tanto de lo que supusieron las grandes transformaciones del siglo XIX y comienzos del siglo XX (Córdoba, Burguesía y Urbanismo), como lo que se refiere a la recuperación gráfica, planimétrica y cartográfica (Cartografía y Fotografía de un siglo de urbanismo en Córdoba), al propio interés por actuaciones concretas (La actuación sobre la ‘manzana de Orive’), o sobre diversos aspectos de la zona de la ribera, del casco histórico, su propia aportación al Informe del casco histórico para la Unesco, para terminar con dos obras difundidas tras su fallecimiento: Córdoba en la Historia: La construcción de la urbe», que recoge los trabajos de un Congreso celebrado en 1997 acerca de la evolución urbanística de la misma y, así mismo, la obra Francisco Azorín Izquierdo: Arquitectura, Urbanismo y Política en Córdoba, 1914/1936), que recoge las amplias preocupaciones de este componente de la generación intelectual cordobesa de los «años treinta» que fue publicado por la Universidad de Córdoba.

En definitiva, en un momento en que el callejero cordobés está sometido a vaivenes que el actual consistorio no duda en zarandear, a veces incluso con propuestas «sonrojantes» y difícilmente compatibles con la actual ley de Memoria Histórica, el conocimiento de la obra de García Verdugo como urbanista y geógrafo, --él sí se ocupó de documentar de forma concienzuda sus propuestas de nomenclatura del callejero--, supone una muy importante gratificación para sus potenciales lectores.

* Historiador