Grupos de neonazis tomaron las calles de la ciudad alemana de Chemnitz el pasado fin de semana para dar caza al extranjero. Merkel condenó con firmeza la situación, pero la gravedad de los hechos urge a tomar medidas colectivas. La lucha contra los que alientan el odio no solo compete a Alemania, sino que implica a toda Europa. El hueco que dejaron las instituciones europeas al no ser capaces de dar una respuesta común y responsable a la crisis de los refugiados ha sido ocupado por la ultraderecha.

El discurso xenófobo se alimenta de la insatisfacción económica y lo transforma en un conflicto de seguridad centrado en el odio al diferente. Los gritos de «Nosotros somos el pueblo» aún resonaban en las calles alemanas cuando los primeros ministros de Italia y Hungría formalizaron una alianza contra las migraciones. Una avanzadilla para «cambiar la Comisión Europea y sus políticas» y, después, «modificar los tratados europeos», anunciaron. No debemos llevarnos a engaño, la inmigración es la excusa. Lo que está en juego es la Europa de los derechos y las libertades.