El pasado 3 de noviembre, con 98 años, falleció el hispanista estadounidense Gabriel Jackson. Uno de sus amigos, el periodista almeriense José Antonio Martínez Soler, ha publicado una amplia necrológica, donde recuerda su colaboración en una revista que él dirigía, Historia Internacional, que se unió a otras publicaciones históricas de carácter divulgativo ya existentes, entre ellas Tiempo de Historia, dirigida por Haro Tecglen y vinculada a Triunfo, mientras que la nueva surgía al amparo de una revista económica, Doblón, que también estaba bajo la dirección de Martínez Soler. Tuvo una periodicidad mensual, con un formato en un elegante tamaño holandesa (que algunos confunden con el A4), estuvo en la calle entre abril de 1975 y julio de 1976, un total de dieciséis números. Conservo la colección completa, he buscado los artículos de Jackson, en realidad fue uno solo dividido en dos partes, apareció en los números 12 y 13, de marzo y abril de 1976, respectivamente. Hacía solo unos meses de la muerte del dictador y el trabajo se titulaba: «La era de Franco en perspectiva histórica (I y II)». En la primera parte explicaba por qué los historiadores podían, y debían, ocuparse de acontecimientos recientes, como eran los años de la dictadura franquista: «Pueden juzgar los sucesos a la luz de las experiencias directamente sentidas y observadas por sus contemporáneos», a continuación proponía una periodización de la dictadura y se ocupaba de la evolución de la economía. En la segunda parte entraba en materias de orden político: la concentración de poder en Franco, el papel del ejército y de la iglesia católica, el mundo de la educación y del sindicalismo vertical, las relaciones con Estados Unidos y el papel de la oposición. Al final exponía unas curiosas «predicciones de futuro», en las que solo acertó de manera parcial.

Cuando aparecieron aquellos artículos Jackson era suficientemente conocido en el ámbito de la historiografía española, no tanto por su tesis doctoral sobre Joaquín Costa, como por trabajos como La república y la guerra civil española (se publicó en 1965, en inglés; en español, en México en 1969 y en España en 1976) o también su Breve historia de la guerra civil de España (Ruedo Ibérico, 1974). Después llegaron otras aportaciones, desde su aproximación a la España medieval hasta una biografía del presidente Negrín. Tiene otra obra menos conocida: Historia de un historiador, de 1969, pero ampliada y revisada para la edición española de 1993. Posee interés su narración de cómo pudo investigar en la España franquista, por ejemplo su entrevista con un banquero de Zaragoza, amigo personal de Franco, al cual le pregunta si este conocía la miseria existente entre el campesinado andaluz, y le responde: «El Caudillo sabe que Andalucía necesita una reforma agraria, pero no puede hacer nada. Los campesinos andaluces son ignorantes, vagos y mala gente. Africanos. Y no tienen una Virgen del Pilar». Y de una virgen a otra, en Sevilla un comandante lo acompañó a visitar la iglesia de la Macarena, pero no se detuvo en mostrarle la imagen, sino ante una lápida: «Aquí tiene la verdadera razón de que esta iglesia haya sido reconstruida -susurró sarcásticamente-. La tumba de nuestro honrado salvador del comunismo, nuestro Gran Capitán General, nuestro descendiente de El Cid, el Carnicero de Sevilla, don Gonzalo Queipo de Llano».

Sus comentarios ante esas situaciones son jugosos, como también el último capítulo, cuando reflexiona, tras su instalación en Barcelona ya jubilado, acerca del Estado de las autonomías, y que vendría bien tener presente en la coyuntura actual. En todo caso, la historiografía española está en deuda con este investigador honesto, también novelista y amante de la música, y cuyas apreciaciones aún pueden ser de utilidad.

* Historiador