He comprobado que no sirve de nada elevar el tono de voz si alguien no te quiere escuchar y, sin embargo, si hablas bajito y despacio, puedes lograr mayor atención. Han tenido que pasar muchos años y muchos sinsabores para darme cuenta de esto y cada vez lo practico más. Puede resultar desconcertante para quienes te conocen bien y sorprendente para los que te conocen menos, pero siempre resulta eficaz. Si eres el pater familias prueba a imponer tu autoridad casi con un susurro y verás cómo funciona. Si eres el jefe de la fábrica y tienes que llamar la atención a un empleado, es mejor decir, muy bajito, «García, por favor, no me toques más los cataplines». Y si eres un empleado y quieres hacer una reivindicación, prueba a decir muy despacio y en voz baja, «don Matías, disculpe, creo que cobro muy poco para lo que gano» y seguro que te escucha aunque puede que te despida. Como ven, casi todo son ventajas. El único inconveniente es que con los ruidos diversos de nuestra civilización, si ya es difícil que te escuchen, incluso gritando, te puedes quedar solo hablando a las paredes, muy bajito y muy despacio.