Córdoba está de enhorabuena. No por esperado deja de ser emocionante: la ciudad califal de Medina Azahara, Madinat al-Zahra, ya forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El Comité de Patrimonio Mundial, reunido en Baréin, ha examinado la candidatura y ha dado el visto bueno a una aspiración justa, pues la ciudad palatina del siglo X es «ejemplo excepcional de planificación urbana, arquitectónica y paisajística del Califato Omeya de Córdoba», del que subraya su autenticidad. La evaluación ha sido superada, y en la nota alcanzada no cuenta solamente el valor del yacimiento arqueológico, sino su conservación y estudio (solo está excavada el 11% de su superficie), su aportación cultural, la importancia que le concede la sociedad y los planes de futuro.

El reconocimiento obliga, y mucho, a las instituciones, principalmente a su titular, la Junta de Andalucía, y a toda la sociedad cordobesa y andaluza. La breve vida de Medina Azahara, que sobrevivió un siglo a su construcción por el califa Abderramán III, apenas es un suspiro en la milenaria historia de nuestra ciudad, pero... ¡Qué suspiro! En su momento fue tarjeta de presentación del esplendor omeya ante el mundo, y, tras su destrucción y olvido, el comienzo de las excavaciones en aquella Córdoba la Vieja a comienzos del siglo XX y su declaración BIC en 1923 reavivó la atención intelectual, acompañada de un halo simbólico y romántico. Tras décadas de trabajo riguroso, Medina Azahara es hoy un monumento inteligible, un yacimiento vivo cuyo discurso histórico presenta un excepcional interés. La candidatura se ha preparado con rigor, y ha recibido un apoyo unánime de instituciones y entidades culturales y ciudadanas. Ahora, el título obliga. Obliga a la Junta --que en este 2018 ha destinado dos millones de euros-- a aumentar las inversiones que intensifiquen el ritmo de investigación y mejoren tanto la difusión como la calidad de las actividades y las propias instalaciones. Obliga al Ayuntamiento a facilitar el transporte y acceso al complejo. Son recomendaciones del Icomos, que pide también acciones especiales para reducir el impacto de las parcelaciones ilegales, su principal hándicap.

Córdoba es una de las ciudades del mundo con más títulos de Patrimonio de la Humanidad: la Mezquita-Catedral, el Casco Histórico, la Fiesta de los Patios y, ahora, Medina Azahara. Es una gran alegría, pero también una enorme responsabilidad, pues debe velar por esos tesoros universales. Y ojalá esta declaración reactive aquel espíritu que murió cuando la ciudad fue descartada como Capital Cultural de Europa en el 2016. Un espíritu de entusiasmo y de cooperación, capaz de hacer aflorar proyectos ilusionantes y compartidos. La ciudad califal de Medina Azahara podría ser, además de un atractivo turístico y cultural de primer orden, ese símbolo de excelencia y esfuerzo que tanto necesitamos.