Me gustan muchas mujeres, amo a alguna y respeto a todas, pero ya no aguanto más; estoy hasta el forro. Lo de portavoza y el desfile televisado me han colmado. Me refiero a ese desfile de mujeres supuestamente maltratadas y evidentemente maquilladas, que dan su brazo, todas y cada una, a un hombre con cara de cerdo.

Hay algunos cerdos entre nosotros pero desde luego no todos los hombres, ni siquiera una mayoría, somos unos cerdos. Como desde luego hay mujeres que son unas cerdas, por mucho que se alarguen las pestañas, suban los tacones y falsifiquen sus pechos con sujetadores.

Adelanto un par de ideas: en mis sesenta años de abogacía he conocido muchos casos de mujeres excelentes, incluso heroicas, y no pocos casos de crueldad femenina extrema y refinada, como la de aquella esposa que abrió el colchón de la cama conyugal y en la parte habitual del marido cortó algunos muelles para que le pincharan de vez en cuando y no lo dejaran dormir en paz; y volvió a coserlo.

El que mata a su pareja y después se suicida no deja de ser un asesino, autor de un asesinato execrable, pero su suicidio debe motivar reflexiones. Hay que considerar el suceso en su totalidad, no solo la primera parte de la historia; que es macabra, pero por partida doble.

Y luego viene lo de portavoza. No es que estén haciendo feminismo con el idioma, es que lo están destrozando. Y algunos destrozos son tan torpes como éste. Porque lo de elegir precisamente una palabra ambivalente --el portavoz; la portavoz-- para substituirla por un invento bárbaro tiene tarea.

Tildar al idioma castellano de machista es obviar que todo lo importante, o al menos lo más importante de la existencia y del más allá, es femenino en nuestra lengua: la paz, la verdad, la vida, la tierra, la galaxia, la fe, la esperanza, la caridad, la paciencia, la docencia, la universidad, la voz y la palabra, la herencia, la salud, la memoria, la sangre, todas las artes...

Sí, humano es masculino, y carpintero. Lo primero porque es un armario de vicios y debilidades y lo segundo porque durante siglos todos los carpinteros han sido hombres. Como fontaneros, electricistas, albañiles…

Cuando las mujeres han ido accediendo a los cargos o profesiones el idioma en seguida las ha recibido: presidenta, jueza.

Pero en otras ocasiones no hay progreso sino equivocaciones o malas prácticas. Recuerdo a aquella madre iracunda que exigía en clase de equitación que su hija fuera llamada jineta en vez de jinete, lo que reducía a su hija de la condición de caballista a la condición de alimaña. U a algo peor.

A veces es por mayor y no por menor por lo que la palabra es inapropiada o equívoca. Si la música es la música, el gran arte, la mujer que toca un instrumento musical es la músico. Esa trompetista es muy buen músico.

Esa trompetista es muy buena música es una frase equívoca y en mi concepto desacertada.

Pero, ¿cómo puede haber quien defienda que torturando así el lenguaje se defiende y fortalece la posición de la mujer? Parece indiscutible que se solucionaría el problema de la brecha salarial subiendo el salario de las mujeres hasta el nivel masculino, y tener claro que no se aminora ni mucho menos soluciona, por cambiar la palabra salario por la de salaria.

Y luego viene el torrente de las duplicaciones o duplicidades, de las que el uso inveterado había aceptado «señoras y señores» y poco más. Hoy: hijos e hijas, andaluces y andaluzas, ciudadanos y ciudadanas, vecinos y vecinas... Y así hasta el infinito, contraviniendo uno de los mandatos principales de las reglas de la lengua, la economía de medios. Hoy cuando oímos a un político un discurso estamos todo el tiempo volviendo la cabeza a un lado y a otro, como si estuviéramos en un partido de tenis; a un lado el masculino y al otro el femenino Y todavía puede ser peor: votantes y votantas, simpatizantes y simpatizantas... duplicidades o duplicaciones que casi seguro tienen sus partidarios y sus partidarias.

Porque los disparates del feminismo en su lucha --en el fondo justa, aunque cada vez menos necesaria-- vienen de todos los feministas, hombres y mujeres; sobran maltratadores de nuestro amado idioma, que ya tiene demasiados enemigos.

* Escritor y abogado