Mi hermana María, con cincuenta años de lucha en el feminismo, y ahora su hija, Elena, sé que me agradecen todo apoyo a la causa de la igualdad de la mujer... pero sin pasarme. Es una lucha de conquista y como en toda batalla, «libertad concedida no es libertad, sino fuero», como cantaba Nuevo Mester de Juglaría, que en esto de la igualdad hay mucha tentación progre por parte de los hombres de, en vez de escuchar, tomar el megáfono, dando al final la sensación de que gentilmente concedemos unos derechos, como si aún nos creyéramos propietarios de ellos y de poder, a voluntad, con magnificencia, compartirlos con las mujeres según convenga.

Por eso, en cuestión de igualdad estoy con María, Elena y otros millones de mujeres: a lo que quieran mandar. Que por no quitarles, ni quiero arrebatarles lo más mínimo el mérito de su coraje.

Pero sí me gustaría apuntar, entre otros muchos, un solo aspecto marcado en buena medida por los logros de la igualdad: el de los diversos modelos de familia.

No niego que la familia tradicional sea un remanso de paz y felicidad (a los que lo han conseguido, muchas felicidades, olé por ellos), pero con las cifras en la mano tampoco veo tanta amargura en la España actual, en donde este modelo de hogar idílico y clásico va camino de ser minoritario, después de más de un 30% de los 18,4 millones de hogares españoles formados por una persona que vive sola o se trata de una familia monoparental, un 25% de parejas sin hijos, en torno a un 20% de familias que tras segundos enlaces crían hijos de relaciones anteriores...

Aquí, y por favor no lo vean como una irreverencia, es donde hay que colar el chiste. Ese en el que se pregunta: «¿Por qué la Iglesia hizo que el matrimonio fuera para toda la vida? Pues porque por entonces la edad media era de 35 años». No me digan que el chascarrillo no tiene tanta retranca como mucho de análisis histórico, social y cultural.

Porque, junto al avance del feminismo, y ya digo que solo es un ejemplo de cómo está asimilada su influencia en otros muchos fenómenos sociales, el modelo de hogar ha evolucionado y cualquier fórmula obligada ahora a los españoles, cualquiera, está abocada al fracaso. Lo que no quita que tengamos que estar atentos a quienes quieran imponernos por ley cómo debemos buscar la felicidad personal, más aún en cuestiones de pareja.

Para ello, y por otras muchas cosas que tienen que ver con la igualdad y la justicia, sé que en la manifestación de Madrid, el día 8, María y Elena estarán en el inicio de la marcha, en Atocha. Ellas y, me barrunto, dos o tres más. Bueno, quizá me quede corto.