Parece que fue el poeta latino Virgilio el que inspiró, con uno de sus versos, la expresión tempus fugit. La vida del ser humano, una vez que han transcurrido aquellos veranos eternos de la infancia y llega la edad adulta, se convierte en una carrera en la que el tiempo vuela: días, meses, años... Así era hasta que se presentó este 2020 que hoy despedimos con ansia y casi con odio, el año más largo que recordaremos -siempre y cuando 2021 no sea peor y haga honor a la alegoría dantesca, pues se conmemorará el 700 aniversario de la muerte de Dante Alighieri- y que deseamos dejar atrás como un mal sueño.

En la vida cultural de Córdoba, 2020 empezó con entusiasmo, casi con euforia. La exposición Islas a Mediodía, del colectivo Córdoba Contemporánea, levantó el ánimo de la ciudad, que se lanzó en masa a la sala de Vimcorsa a comprobar que la ciudad tiene pintores y escultores de los que presumir, que Córdoba no está tan atrasada, que se puede dar impulso a lo nuestro, un salto a la modernidad que complemente el riquísimo legado patrimonial y cultural de una Córdoba que no desea mantenerse «lejana y sola».

El cerrojazo de las Islas coincidió con el confinamento decretado a causa de la pandemia del coronavirus. En apenas unos días, todo quedó cancelado y los ciudadanos recluidos en casa, primero quince días, finalmente varios meses. Después, un verano a medio gas que no impidió la segunda ola. Ahora, el miedo a las consecuencias de unas fiestas navideñas descuidadas. Abre y cierra, abre y cierra, horarios recortados, aforos cambiantes... El estupendo movimiento de las escuelas artísticas de Córdoba, respaldado por el Ayuntamiento, en la conmemoración tardía del centenario de la escuela Bauhaus (Bauhaus 101 se llamó) apenas pudo desenvolverse. Las programaciones se anularon y llegó el estupor, del que se fue saliendo a través de internet.

La cultura ha vivido un fenómeno especialmente relevante en este largo año del covid. Mientras sus actores se veían relegados, hundidos y con dificultades para ganarse la vida, el confinamiento desarrollaba un hambre de belleza, de poesía, música, de reflexión... Los museos iniciaban actividades virtuales, en las que han sido muy activos el Arqueológico y el Bellas Artes, así como las bibliotecas municipales. Las televisiones ofrecían gratis contenidos fílmicos de calidad. Los poetas declamaban sus versos en las redes... No hubo Feria del Libro, pero sí presentaciones virtuales, actividades en streaming, videoconferencias... Mucho se ha perdido, especialmente reducido ha quedado el 90 aniversario de la muerte de Julio Romero de Torres, y el precumpleaños de Ginés Liébana (cumple 100 años en 2021) puede disfrutarse desde hace apenas dos semanas con una retrospectiva amplia en la Diputación.

No ha sido un año huero para la cultura, pero sí duro y desazonante. Y con cambios en los dirigentes (Blanca Torrent dejó el testigo a Marián Aguilar en la Delegación de Cultura del Ayuntamiento; Juan Carlos Limia tomó el relevo de Juan Rafael Martínez en el IMAE; Francisco Moreno preside hoy la Fundación Gala debido a la delicada salud del escritor; Antonio Vallejo regresó a la dirección de Medina Azahara tras la etapa de Alberto Montejo)...

En diciembre la Junta reabre la Filmoteca de Andalucía, y el C3A sigue inventando y seduciendo: cine, exposiciones, conciertos... Crucemos el río para ver el legado del arquitecto y artista del Equipo 57 Juan Serrano, que falleció en octubre. Al menos podremos sumergirnos en los espejos de su Alhambra y soñar tiempos mejores.

* Jefa de Opinión y Cultura