Siempre que se aproxima el final de año tengo esa angustiosa sensación de que con el último día del año se va sin remedio parte de mi vida. Luego lo racionalizo y casi siempre consigo que se me pase la tremenda ansiedad que me embarga, al darme cuenta de que, en realidad, la vida es una sucesión de minutos que da igual cómo los contabilicemos, porque lo verdaderamente importante es este exacto minuto en el que estamos ahora.

Llegado a ese punto, siempre me gusta hacer un repaso de esos minutos que completan el año para celebrar lo bueno vivido, ponerme nuevas metas, pensar algún sortilegio para alejar lo negativo y repasar la categoría de lo que me ha hartado... ¡y de qué manera!

La lista del 2017 ahí va por si quieren completarla: Estoy harta de los gin tonic que se aproximan cada vez más a un bosque de frutos rojos y de todos los colores; harta de que haya tantas series en Netflix, Movistar y no sé cuantas plataformas, que al final no veo ninguna completa; de los grupos de Wasap contra la independencia, a favor de la Monárquia, contra la intolerancia, el de los amiguetes, el del trabajo y ahora los contra Wasap que alguien crea para hablar unos pocos del grupo principal.

Estoy harta de la fiebre desmedida por la cocina de los chef televisivos y el daño que hace a la cocina de siempre (hasta en las tabernas lo que manda es el «sabor en boca»); harta del procés, de la catalanofobia y lo contrario, de la independencia y hasta de la unidad de España cuando se convierte en lo único. Estoy harta de que si no haces runing no eres nadie; de que esta ciudad tenga un club de fútbol en manos de quien no tiene afición a nuestros colores; de que nuestro objetivo sea otra vez no bajar; de que el balón de oro se lo lleve siempre el mismo --prepotente--; de que los Premios Nobel sigan con tufo patriarcal, con grandilocuentes titulares y demasiadas pocas vaginas en un mundo en donde el futuro se escribe en femenino; de que le pongan nombres retorcidos a las cosas más elementales (¿ciclogenesis explosiva el mal tiempo de toda la vida?); y, sobre todo, estoy harta de esos pinkies tan chicos, que al segundo paso que doy ya me los he comido...

Si los vientos del nuevo año se llevan algo de todo esto, puede haber minutos memorables en el 2018.

* Abogada