En medio del torbellino de manifestaciones contradictorias, demagógicas, insufribles, cínicas, versátiles, populistas, intolerantes, manieristas, inmaduras, codiciosas... que recorren esta dilatada campaña electoral --de hecho empezó en septiembre--, nos quedamos, para cimentar la reflexión de los desilusionados votantes, con dos hechos inocultables -aunque sus autores los quieran esconder-, que vamos a exponer despojados de cualquier opinión partidista. Los hechos, en expresión telegráfica, son los siguientes:

1.- En este momento, y desde hace un trimestre largo, España podía tener un gobierno acorde con la voluntad de la ciudadanía que eligió al PSOE y Ciudadanos como los dos únicos vencedores inequívocos, pues fueron los únicos que aumentaron el número de parlamentarios. Una alianza que conseguía la mayoría absoluta y resultaba la solución más barata ya que eran innecesarios los votos de los partidos regionalistas. Tal gabinete no se produjo.

Como queremos ceñirnos a los hechos probados, desprovistos de las opiniones, nuestra pretensión es que el paciente lector establezca las culpas.

2.- La otra realidad irrefutable es que, descartado un Consejo de Ministros compuesto por socialistas y Ciudadanos, solo quedaba la opción de un gobierno coaligado, o sostenido por un pacto de legislatura, del PSOE con Podemos y algunos soberanistas, sin los cuales resultaba imposible alcanzar la mayoría. Esa coalición del ganador con un perdedor escorado a la izquierda populista, tras comprobarse la desconfianza existente entre los probables socios, no fue viable. No obstante, pudo resolverse el problema con la simple abstención --sin otro compromiso gravoso-- de PP y Cs. para la investidura. Pero esto no sucedió.

Reiteramos que no pretendemos opinar sino exponer los hechos innegables en carne viva, a palo seco. Por tanto, solo nos queda desear que ambos episodios, tan indudables como lamentables, determinen el resultado de estas descabelladas elecciones. Comicios a los que todo demócrata debe acudir aunque tenga que hacerlo profundamente irritado por el comportamiento de sus representantes. Proceder que ha llegado a la cúspide de lo inverosímil con los últimos sucesos catalanes que parecen instigados por unas perturbadas mentes ácratas, pues resulta ininteligible, rocambolesco, que destruyan el mobiliario urbano, el comercio, el turismo... y, en definitiva, que tiren piedras contra el propio tejado para mostrar su indignación con esa España que consideran la pérfida madrastra de la pacífica Blanca Nieves, la cual vivió en el bosque de la corrupción cuidada por el enanito Pujol.

* Escritor