Me acuerdo de aquel antiguo chiste, de cuando el pirateo por internet aún no existía y los videoclubs poblaban nuestros barrios:

«-Paco, en mi familia tenemos el don de la videncia.

-¿Y eso cómo es? ¿Podéis predecir el futuro? ¿Tenéis visiones del porvenir?

-No. Pero después de tirarnos horas en el videoclub para ponernos de acuerdo en qué película alquilar, es ponerla en el vídeo y a los dos minutos... ¡Todos saltan diciendo que ya la han visto!».

Pues justamente en política, eso es lo que suele pasar tras las elecciones... ¡La cantidad de gente que antes no decía ni pío y que ahora afirma que veían venir claramente los resultados! Es tiempo de videntes. Y si me apuran, mientras más inciertos se presentan los resultados antes de las urnas, como ha sido el caso en estos comicios, mayor el número de dotados de precognición.

Un servidor tenía sus pronósticos, pero como el que augura al inicio de la temporada qué equipo va a ganar la Liga. Aunque al coincidirme bastante los resultados con lo que preveía, me apunto a la corriente de todos los que lo veían venir.

Con el PP, era más fácil esperar su desplome y ahora explicarlo, sin necesidad siquiera del más mínimo poder parapsicológico. Conozco a muchísimos votantes fieles del PP y Pablo Casado... no sé. No coincide lo que está transmitiendo el dirigente del partido con lo que me cuentan mis amigos peperos, que son muy serios, educados y moderados y no les gusta los inventos ni que haya movimientos «raros» de sillas. Y aunque el lema del PP ha sido «valor seguro», mirabas a Casado y... ¡Que no, que no! Que daba más seguridad medio bigote de Aznar o una patilla de las gafas de Rajoy que toda la sonrisa del nuevo presidente del PP. Más aún: aunque al votante del PP no le hace ascos a que se le pegue un buen arreón (verbal) a la izquierda, eso es una cosa y otra levantarse cada día pegando coces a diestro (pocas patadas en esa dirección) y a siniestro.

Sí he de confesar que no esperaba tan buenos resultados al PSOE, porque la imagen de los cartelitos en blanco y negro, con el rostro de Pedro Sánchez, me recordaba a Ciudadano Kane y hasta alguna representación del Gran Hermano de la obra 1984, de Orwell. Pero ahí están mis amigos socialistas que me sacaron del error, comentándomelo primero, votando después y demostrando que son los más disciplinados de la izquierda, capaces de pasar solo en año y medio de una guerra fratricida a una victoria contundente.

Justo lo que más les diferencia del resto de la izquierda, a los que les pasa exactamente lo contrario, y en menos meses aún son capaces de pasar de un logro histórico a devorarse los unos a los otros, me reconocen amigos de Podemos.

¿Y qué es lo que se puede vaticinar para un futuro inmediato? Pues, de entrada... nada. Nadie se va a mover mucho hasta que pasen las municipales. Habrá amagos y ataques medidos e ingeniosos para arañar votos, pero sin cerrarse puertas para futuros pactos. Y luego, también quedan otros por votar a su manera, como la banca (justo los únicos entre los que no tengo ningún amigo, y así me va la vida) y que ya ha apostado por una gran coalición a la alemana entre el PSOE y Ciudadanos.

¿Qué otra cosa puedo deducir? Pues que gracias a Dios tengo muchos amigos: en el PP, PSOE, Ciudadanos, Unidas Podemos y hasta en Vox, que me cuentan cosas. Lo que personalmente considero un honor, y que, por otra parte, quizá sea justo lo que le faltaría a muchos dirigentes de sus partidos para comprender quiénes son los que realmente les votan. Creo que así serían también mejores videntes.