Entre los recuerdos de la Semana Santa brilla con luz propia el Jueves Santo, que el refranero incluye en los tres jueves del año que relucen más que el sol. Aquí, en una Córdoba sin coronavirus, hubiera salido de San Cayetano Jesús El Caído, adentrándose en las callejas hasta volver ya de madrugada al templo. Color morado, toreros y banderilleros detrás de la imagen, las mujeres de mantilla -aquellas rebeldes y valientes que no acataron una efímera prohibición episcopal han dejado su huella- y la devoción en el camino.

Hay otros muchos recuerdos del Jueves Santo. Era un día importantísimo. De niñas, nos ponían las mejores galas, el vestido y los zapatos más nuevos y hasta esas rebecas primorosas y calcetines de croché que se clavaban y dejaban la piel con los agujeritos dibujados. Los Oficios eran un rollo, a qué negarlo, solo se amenizaban con el Lavatorio de los pies, pero la fiesta flotaba en el aire, con torrijas y paseos familiares.

Hoy nada, otro día cualquiera, en casa. Entra por la ventana un sol nublado que reverbera menos que el de los recuerdos y tengo delante el minucioso dibujo que Paquito ha hecho de la Semana Santa de Baena. Apenas lo ha coloreado, pero no le falta un perejil. La gente en los balcones no está confinada, sino con sus velas que alumbran viendo pasar el desfile. Puede que represente el Jueves Santo, pues no hay imágenes, y en Baena, la tarde de ese día, es del desfile de las Estaciones: todas las cofradías una detrás de otra sin sus santos:tambores, nazarenos, figuras bíblicas, romanos, sayones... Me dejan que cuelgue en internet el dibujo, con sus casas, sus farolas, su gente mirando, los penachos, los tambores... Este año no recibiré en mi wasap la foto de la palma que todavía siguen poniendo todas las semanas santas en la calle del que fue párroco de Santa María la Mayor, el sacerdote Virgilio Olmo, al que todavía siguen recordando con cariño tantos años después de su fallecimiento. Esa foto. Otra cosa que me roba el coronavirus, aunque me regala a cambio el dibujo de Paquito, que reconforta mi corazón, porque, a veces, recordar con tristeza es necesario.