España es un gran país, pese a que los españoles no terminamos de creérnoslo y hay muchos compatriotas que no son conscientes de las grandes aportaciones a la historia que han realizado nuestros paisanos. A diferencia de los anglosajones, no estamos tan orgullosos de nuestro pasado ni somos tan autopromocionales como aquellos, nos dice en su libro El Amigo Americano el exembajador James Costos. Digo esto para animarme, ahora que estamos en un mes de celebraciones. Y el aniversario del día uno de octubre nos devuelve a la triste realidad. Lo reconozco, hay asuntos en los que me gustaría poder ser más optimista. La huída al monte del Molt Honorable President, y no precisamente a rezar a Monserrat, jaleando a la desobediencia a los cachorros de los CDR, dando ultimátum al Estado sobre el futuro de los políticos en prisión, magnificando su afrenta con el chantaje de un referéndum de proclamación republicana independentista, no viene sino a confirmar el desplante continuo, el órdago total y el ninguneo de quienes se creen por encima de todos y de todo, es decir, del conjunto de la sociedad y de la propia Ley. Tampoco me fío de aquellos que hace un año querían que el Jefe del Estado hiciera en su alocución institucional, tras el asalto de los golpistas, una llamada al diálogo y pronunciara unas frases en catalán, en quienes ahora se rasgan las vestiduras, después de llenar durante años el depósito del coche secesionista, dándole toda clase de prebendas, escondiendo en los cajones los informes de la alta inspección educativa sobre el incumplimiento de los currículos obligatorios en los colegios, cerrando los ojos a la inaplicación de la leyes o al incumplimiento de las sentencias judiciales, permitiendo el robo y la corrupción durante décadas del clan Pujol y sus allegados, negociando a cambio de un apoyo parlamentario puntual la interposición o retirada de los recursos de inconstitucionalidad frente a leyes autonómicas dejando así el imperio de la ley al albur de la coyuntura política, sobredimensionando la representación en el Parlamento nacional de las minorías nacionalistas, regando con infraestructuras, competencias y beneficios fiscales claramente discriminatorios el hambre insaciable de los burgueses independentistas, permitiendo que la televisión autonómica pagada con el dinero público sea de todo menos neutral, apoyando un estatuto de autonomía que era jurídicamente invialble. Tan mal han criado al niño caprichoso, que ahora se ponen tensos y se hacen de nuevas cuando no pueden embridarlo. Por eso, en las encuestas del CIS, cuando la población señala los problemas principales del país los señala a ellos.

Ante tanta sinrazón, siempre nos queda la sensibilidad de los versos de Cosmopoética ó el talento de Raphael que nos visita. Y nuestra particular intrahistoria con sus hitos y proclamas, que parecen de una película de Berlanga. Como señalaba el regidor a sus vecinos el pasado martes: «Tras 30 años de lucha, ya somos independientes. ¡Viva la Guijarrosa Libre!».

* Abogado y mediador