El mundo habría sido muy distinto si, en lugar de dejarse arrastrar por postulados geopolíticos, se hubiesen priorizado las inercias de los bloques del humor. Para empezar, el bloque casa mal con la risa, dado el carácter permeable de esta impagable virtud humana. Habría estado bien subordinar el Telón de Acero y otras divisiones territoriales, priorizando en los manuales de Historia el estudio de las potencias del humor. Y sin perjuicio de las excentricidades mamporrísticas del humor amarillo, el Orbe ha conocido en las últimas décadas dos Grandes Escuelas: la de la ironía virtuosa y estilista, con una pulcritud hacia el concepto y la palabra, representada por Les Luthiers; y la de la fina irreverencia iconoclasta y surrealista, que abanderan los Monty Python. Con ellos, la convergencia de las asincronías hubiese estado más reforzada, en lugar de tanta leche de brexit.

De los Monty Python casi siempre es preceptivo citar su obra más célebre. Y de ella, uno de sus parajes más hilarantes. Es cierto que las traducciones hacen perder el fuelle del original, pero en esta ocasión los dobladores estuvieron sembrados. Hablamos del diálogo a tres entre Pilatos, el centurión y el prohombre romano que va a presentar, ese tal Pijus Magnificus.

Supongo que en la mediatizada fiesta cordobesa no hicieron la wija invocando a Pijus Magnificus, pero allí se les coló, como en una fiesta de Mecano. Fue jugar con balas de cañón quebrar ese discreto encanto que sobrepasa por arriba las lindes de la burguesía. Mal asunto este affaire belga que, si fuésemos espabilados, podría servir para ajustar cuentas pendientes con tanta flacidez puigdemoniaca que han mostrado en Flandes respecto a nuestro estado de Derecho. Si una vez se le cogió cariño literario al pijo fue gracias al Pijoaparte, el Manolo charnego y marginado del Marsé de Últimas tardes con Teresa (el más bello y evocador entre los pijos de los títulos de una novela). Porque el Pijoaparte viene a ser para los pijos lo que Alonso Quijano para los libros de caballería.

Carolina Durante saca nuevo disco, pero los acontecimientos no les hace pasar página con Cayetano. Ahora que tocaba bajar el suflé pendenciero y cuasi quintacolumnista de Pablo Iglesias, la tropa pija se busca un demiurgo low cost, aliándose con la mala suerte de que los pillan con el carrito de los helados del positivo. Estamos tamborileando con las fases, con el miedo a los repuntes, ave de presa tan sigiloso como los predadores nocturnos. Y cubrimos los balcones de banderías y crespones, pero tenemos un huequito para obviar el luto nacional y llenar el vaso largo con dos cubitos. El vaso largo, por supuesto de cristal, para cumplir con el medio ambiente y el esnobismo, a partes iguales. Nadie está exento de contraer el jodido virus. Pero el primer paso para hacer patria es ser consecuentes.

* Abogado