Porque puedes ser cualquier mujer con tu nombre y tu destino, cualquier corazón anónimo en cualquier ciudad, en cualquier camino de este mundo; porque te veo luchar entre tantas otras, atravesando con tu esperanza el silencio tuyo de cada día, esa profundidad inmensa en la que tantas veces te abre su abismo la madrugada incierta; porque más allá del deseo de tus fuerzas no hay nadie que sostenga lo que tantos descargan sobre tu espalda, hasta intentar doblarla como sombra contrahecha. Tu hijo es tu tabla de salvación y tu esperanza, pero ni siquiera en él puedes apoyarte muchas veces, porque se lo tienes que dar todo, hasta lo que no creías que poseías y lo has ido descubriendo a base de amarlo y entregarte, de luchar para no perderlo. Navegas callada con tus manos en medio de la vida; surcas rostros, pasos, atardeceres, y más allá de tus palabras, tus saludos, tu sonrisa, nadie repara muchas veces en que caminas sola y, sin embargo, necesitas otras manos, un aliento de luz, una sonrisa. Porque cada amanecer levantas sin fuerzas el inmenso horizonte de tu tiempo y no sabes cómo aliviar a esa niña que llevas en tu alma, esa inocencia que te ayuda a no quedarte prisionera en medio del egoísmo camuflado en amor y de la violencia camuflada en ternura. Te veo; te entrego mi mirada; no puedo expresarte con ningún idioma lo que mi alma calla y guarda, siente y se estremece cuando sabe de tu fondo insondable, de ese misterio en el que sobrevives asustada. Muchas veces anida en tu pecho la tristeza de verte nadar en un océano de adioses y recuerdos, luchando contra esa voz oscura que te susurra que no existe el amor, que todo es otro sueño, una mentira para poder seguir aunque te lo quiten todo. Muchas veces imagino que sonríes y rezas y vuelves a esperar atravesando los oscuros bosques de los miedos, por donde te abandonaron con la mentira de que te amaban. Y dejas tu cuerpo tendido en el ocaso, en ese horizonte donde el mar se cansa de ser mar, donde los caminos nunca alcanzan el cielo. Hoy de nuevo, te veo llegar; algo me traza estas palabras que buscan un alivio; no puedo esconderte del peligro, porque yo también participo de esa desolación. Te veré ir, pero permanecerás en mí con la fuerza atávica que la madre Tierra puso en tus entrañas.

* Escritor