El anuncio de la primera ministra británica, Theresa May, de crear prácticamente un ministerio para afrontar la soledad, ha avivado la reflexión en torno a los millones de personas que viven solas. En paralelo, aumentan los estudios que alertan sobre los efectos nocivos de la soledad. Se publican resultados de investigaciones en varias líneas, primero, sobre los efectos nocivos de la soledad en la salud, y la soledad como factor de deterioro grave en enfermedades crónicas; segundo, la inversión de una pirámide de la población que ya no es pirámide: cada año se incrementa el número de mayores --que requieren mucha atención y ayuda al no poderse valer por sí mismos--, y disminuye el de jóvenes, debido a las escasas tasas de natalidad; y, en tercer lugar, el aumento del número de personas que viven solas, al menos en los países del llamado mundo occidental. Son fenómenos que requieren análisis y una capacidad de respuesta. De momento, algunos politicos han comenzado a tomar decisiones. El debate sobre estas cuestiones se ha intensificado por la iniciativa de Theresa May, que ha creado una Secretaría de Estado, dependiente del Ministerio de Cultura, Deporte y Sociedad Civil, para tratar «el problema de la soledad». Segun los sociólogos, más de nueve millones de personas, jóvenes y mayores, se sienten solas en el Reino Unido. Es el 13,7% de la población. Al informar del hecho, la BBC resume algunos de los argumentos oficiales: «La soledad es tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarritos al día, y aunque este fenómeno no distingue edades, los más afectados son las personas mayores». Ante estos datos, nos viene a la memoria el discurso del Papa Francisco en el Parlamento europeo: «Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en Europa es la soledad, propia de quien no tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como tambien en los jóvenes sin puntos de referencia y oportunidades». Todo arranca, en buena parte, de este clamor: «Europa ya no es fértil y vivaz». Pero, ¿cuál es la solución?

* Sacerdote y periodista