Hace unos días, el vicepresidente Pablo Iglesias «despachó» a las organizaciones agrarias de la reunión convocada para buscar una solución a la crisis del agro. Solo permitió la presencia de UGT y Comisiones Obreras. Quizá estaba influido por las acusaciones de un líder sindical que calificó de «carcas» y terratenientes a los labradores que se manifestaron en Don Benito. El señorito a caballo y con una fusta represora pertenece al pasado. Casi el 80% de la producción agraria española se realiza en fincas donde la mayoría de los que trabajan la tierra son miembros de la familia propietaria. Iglesias ya ha reculado entrevistándose con representantes de Asaja, COAG y UPA y les ha dicho «seguid apretando». Esa frase ya la oímos, por supuesto en catalán, al presidente de la Generalidad. Alentaba a los que cortaban las carreteras de acceso a Barcelona. Los agricultores le han hecho caso al vicepresidente y si que aprietan al Gobierno para que se tome en serio el campo como una cuestión de Estado. Lo sugeríamos en estas páginas recordando a la ministra Loyola del Palacio. Como bien ha dicho la consejera de Agricultura Carmen Crespo, en la entrevista con Francisco Expósito, «el Gobierno no le ha dado al ministro señor Planas el peso que tiene que tener un ministerio de Agricultura». España como gran potencia alimentaria tiene ante sí el reto de evitar la propuesta de recortar un 14% el presupuesto de la PAC. También los aranceles sobre el aceite de oliva y aceitunas de mesa, afectan al campo. Pero Iglesias, defensor de Maduro, no deja de apretar a Trump.

* Periodista