En programación, un bucle infinito, es un error que consiste en realizar un ciclo que se repite de forma indefinida ya que su condición para finalizar nunca se cumple. Y esta definición plagiada de ese centro del saber que es la Wikipedia define, como pocos símiles, la sensación asfixiante que sentimos muchos.

Votamos en elecciones generales en 2015 y 2016, cuando nuestro sistema de partidos cambió para siempre con la entrada de Podemos y Ciudadanos. Hemos vivido dos mociones de censura, una de ellas rechazada, y múltiples intentos de acuerdos de gobernabilidad, algunos más fraguados como PP-Ciudadanos, otros efímeros como PSOE-Ciudadanos y el esforzado PSOE-Podemos. Podría parecer que estamos ante una revolución democrática, que nuestra reiterada participación electoral y los múltiples intentos de diálogo entre los principales partidos nos iban a elevar a los altares noruegos, pero estamos justo en la situación opuesta, la de la parálisis.

En la primera parte de esta legislatura, el Gobierno de Mariano Rajoy frenó 43 proposiciones de ley aprobadas por la oposición, utilizando la Mesa del Congreso y aduciendo motivos económicos, porque sí había una mayoría alternativa que proponía y que acordaba. Tras la moción de censura, la dificultad es todavía mayor, por la volatilidad del apoyo de los nacionalistas catalanes, por el engranaje de las nuevas relaciones PSOE-Podemos, por la renovación de la cúpula del PP, la búsqueda de espacio en la oposición de Ciudadanos y porque todos tienen fija la mirada en la próxima convocatoria electoral. No hay tregua para el adversario. Se aducen cuestiones de forma para no proporcionar la mínima victoria, ni siquiera cuando en el fondo parece haber similitudes como en el aforamiento de los diputados.

Porque se habla todo el tiempo en clave de contienda, electoral para ser más precisa. Cómo si las elecciones fueran la fórmula mágica para resolver el conflicto de este país, también esperan lo mismo en Cataluña. ¿Volver a votar hasta cuándo? ¿Hasta qué salga lo que cada partido desea? El reparto de las fuerzas políticas en los grandes bloques del centro-derecha (43-45%) y centro izquierda (46-48%), según todos los sondeos electorales, no varía de estos porcentajes. Lo que pierde Podemos lo gana el PSOE, y los votos que se escapan de Ciudadanos vuelven al Partido Popular.

Las políticas vitales para nuestro futuro como la modernización del sistema productivo, el freno a la brecha social, el impulso científico, la educación de calidad solo son posible con grandes acuerdos, estables o de geometría variable. Porque la finalidad de nuestro sistema, como el que se busca en programación, es la transformación social capaz de superar las crisis estructurales que sin duda llegarán. Corremos el riesgo de seguir en el bucle, cada vez más decadente.

* Politóloga