Ya he reivindicado la necesidad de que se reconozca la biopolítica como ciencia, un área del saber que usando la Bioquímica y la Medicina podría explicar, por ejemplo, el estado de cabreo continuo que se padece en la política actual. Para el caso hace siete días hablé de la salvadorina , ese compuesto en sangre que lleva a un partido político, a un colectivo y hasta a los individuos a querer salvar a todo el mundo... Sin importarle que la gente no quiere en absoluto ser salvada de nada. Esta semana quiero llamar la atención sobre las vitaminas en la política y entre ellas, especialmente, la Vitamina D o dialogol. La falta de Vitamina D en el cuerpo lleva al raquitismo y la osteoporosis, como paralelamente la ausencia de dialogol acaba en política en sectarismo, partidismo, dependencia total y absoluta del jefe y fragilidad del esqueleto ideológico.

Para evitar la falta de Vitamina D lo primero en medicina es tomar el sol, salir al aire y que se metabolice la previtamina D3. De la misma manera, un responsable político solo puede generar Vitamina dialogol si sale del despacho, prescinde un poco de su círculo de autoadulación y habla con frecuencia con gente que no es su partido. Una lástima la reciente marcha de la política de Borja Sémper, un señor con un impecable metabolismo democrático con altísimos niveles de dialogol en sangre.

Tratamiento de choque para prevenir la falta de dialogol sería que el político quedara de vez en cuando con rivales políticos (que no enemigos) para tomarse con ellos alguna copa en un bar. Al fin de cuentas la auténtica Vitamina D la componen el ergocalciferol (D2) y el colicalciferol (D3), que no dejan de ser polialcoholes complejos... justo como algunos cubatas de garrafón que ponen por ahí.

Cerrando la reflexión: es perfectamente posible extenderse varias semanas hablando de la biopolítica, pero no quiero ser pesado y una vez lanzado el reto hay que dejar a los auténticos científicos y politólogos analizar fenómenos tan llamativos como el «reflejo del saludo al jefe», esa capacidad para colar en cualquier discurso político ante los medios el nombre del jefe nacional del partido aunque no venga a cuento; la partitónisis, modalidad de reproducción de los partidos de la izquierda a base de escindirse hasta lo impensable (como la mitosis celular pero a lo bestia) o la biopolítica molecular, que sería la ciencia que estudiaría qué fenómenos ocurren en el interior de un partido cuando, a base de rupturas, es más pequeño que una célula y tiene ya menos votantes que componentes de la lista electoral, que se dan casos.

¡Quedan tantos misterios por desentrañar en la biopolítica y es tan breve el tiempo para el que la estudia! Porque esa es otra cuestión: últimamente el politólogo, en cuanto empieza a ser invitado a una televisión para comentar sus teorías, lo segundo que hace es meterse en un partido o fundar uno. Y entonces... se acabó la investigación.

* Periodista