La decisión del Gobierno de acoger en el puerto de Valencia al barco Aquarius y a los 629 inmigrantes que lleva a bordo no es solo una acción humanitaria, sino un mensaje de España hacia sus socios europeos. «Recuperemos el espíritu solidario que debe animar a la Unión Europea, que la UE no sea solamente un club de intereses económicos y un bunker que encierre a algunos de los países más desarrollados del mundo», parece el mensaje. Tiene sus riesgos, no por estas 629 personas a las que perfectamente es posible ayudar, sino por los efectos llamada hacia las mafias, pero es un toque de atención: la UE debe coordinarse y actuar de forma solidaria tanto para frenar la inmigración ilegal como para ayudar a esas personas que huyen.