La recolección mecánica de las primeras variedades de uva blanca, ideales para la elaboración de vinos jóvenes sin crianza, marcó el pasado 22 de julio el inicio de la vendimia 2019, la más temprana de la Europa continental. De este modo, y con diecisiete días de adelanto con respecto al inicio de la recolección del pasado año, las máquinas cosechadoras comenzaron a trabajar antes de que despuntara el sol por los holgados liños del Cortijo La Trinidad, en la Sierra de Montilla, unos terrenos excepcionales para el cultivo de la vid y que forman parte de la Zona de Calidad Superior de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles.

«El estado sanitario de la uva es muy bueno, por lo que la calidad de la cosecha también lo será», destacaron desde la Sectorial Vitivinícola de Asaja Córdoba, cuyos socios han estado muy pendientes de la graduación Baumé que presentan las uvas de la variedad Chardonnay, que en los primeros análisis alcanzaron los 12 grados en La Trinidad y los 12,2 en Lagar Cañada Navarro, tal y como confirmó uno de sus responsables, Manuel Jiménez del Pino.

Las altas temperaturas registradas en los últimos días, unidas a la baja humedad ambiental, permiten a la uva alcanzar de forma natural el momento óptimo de su recolección, con un alto nivel de azúcares que, luego en bodega, serán transformados en grados de alcohol naturales.

La recolección manual del fruto -que se desarrolla entre las 7.00 de la mañana y las 14.00 de la tarde- se combina desde hace quince años en la zona Montilla-Moriles con la recolección mecanizada, una modalidad de trabajo que se concentra entre las 4.00 de la madrugada y las 10.00 de la mañana y que permite cosechar una gran cantidad de racimos a salvo de las altas temperaturas.

Tras las primeras variedades en vendimiarse se cosechan las tintas y, finalmente, la uva autóctona, la Pedro Ximénez, cuya producción se verá mermada este año, según avanzó Asaja.

El pasado año, el marco Montilla-Moriles finalizó la vendimia con un aforo final de 44 millones de kilos de uva blanca, una producción que supuso un incremento del 30 por ciento con respecto a la cosecha registrada en 2017 gracias a la tardía maduración de la uva propiciada por una primavera muy lluviosa y un mes de julio anormalmente fresco.

Con todo, en los últimos tiempos, la campaña más productiva fue la del año 2003, con 86,1 millones de kilos de uva, una cosecha que permitió elaborar 14,5 millones de litros de vino, de los que 1,5 millones correspondieron a la variedad Pedro Ximénez y 507.000 litros a vinos jóvenes. Desde entonces, el aforo hecho público por el Consejo Regulador sitúa en 2012 la peor cosecha de la última década, cuando cooperativas y bodegas apenas molturaron 27,6 millones de kilos.

El marco Montilla-Moriles cuenta actualmente con algo más de 2.000 viticultores inscritos y con una superficie de viñedo que alcanza las 4.890 hectáreas. A finales de la década de los setenta, llegó a tener casi 20.000 hectáreas, aunque tras el importante arranque de cepas que tuvo lugar en los años ochenta y noventa, la superficie se ha estabilizado.